Luces y pescaditos.

Barcelona / España, 1984.

Luces y pescaditos.

Por el Paseo de Gracia rumbo al Correo Mayor, caminaba con «El Diablo», en uno de esos vagabundeos matutinos en busca de calmar el hambre. Y esta vez sí ocurrió el milagro, se encontraron 100 pesetas en la banqueta, garantía del sustento alimenticio igual a ser rey por un día.

A unos pasos del milagroso encuentro, estaba una gitanilla vendiendo fruta y Angel decidió, autónomo, que a su dieta había que incluirle peras.

Compraron 20 deliciosas peras y siguieron deambulando hasta llegar a una banca en el puerto, «El Diablo» comió dos y el atragantado Angel nomás 18, que no tardaron en hacerle un raro efecto.

-Me siento mal.

Se quejó con la cara pálida, dolor en el estómago y viendo lucesitas. Pronto vino el ataque y el pobre atragantado comenzó a vomitar y vomitar y vomitar como loco, con el rostro escuálido y retorcijones en el vientre...

-Y se me hace que hasta estoy viendo lucesitas.

-Yo también - le dijo «El Diablo».

-¿Tu también te sientes mal? - preguntaba el convulsionado Angel, arrojando al vacío las 18 peras que había recibido su estómago como festín del día.

Yacía tumbado boca abajo, con la cabeza colgada de una barda en el puerto, mirando el mar al revés y arrojando todas sus internas pertenencias.

-No, es que veo los flashes de unos japoneses.

-¿Por qué están tomando fotos?, cabrón - decía ensimismado en su enfermiza labor.

-Es que se les hace muy curioso. Je.

-¿Qué esté yo vomitando?

-Nombre, es que unos pescaditos, bien bonitos, salen del mar pegando brincos, para comerse tu vomitada.

 
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