El tres veces corazón

Cuba-México
Y de regreso.
Año 2000.

El tres veces corazón

Canto Primero

Apagó el turbulento fogonazo de su cuerpo, dejó de mirar hacia la playa y se ancló de cara al viento. Para los vivos, hay cosas que son veneno.

Escuchó las voces apaciguadas de los que estaban detrás, fue midiendo líquido el peso de sus pies, sobre el vaivén del mar, apretó el puño izquierdo, algo dentro le golpeó muy seco y de pronto, las lágrimas le otorgaron la conciencia.

En Cuba hay algo que no está pero se siente, algunos lo hemos pensado. La distancia que lleva ha sido para dejar. Al fondo del horizonte caído, habita la Virgen de Yemayá, que lleva trae y deja siempre, pero nunca igual.

-¡Nunca iguales!

Le dijo al cubano o pensó que le dijo al cubano, mientras los murmullos de los viajeros se trenzaban con el viento y una cajita con el espasmo dentro, daba fe de que el mundo de los vivos, no es para los muertos.

Waldo, el cubano, se instaló de espalda al cortejo, languideció de pronto y levantó su rostro. Así miraron cómo un grupo de pájaros emergía de su sombra y sintieron que con ella, emprendían el vuelo. El cubano siguió con el rostro arriba, desentroncando una despedida que no se iba y que nacía de un rito, que en algunos templos tiene el olor a incienso, en otros, el de la ceniza. Y no era la pobreza de La Habana, colgada invisible del recuerdo, ni el rostro piadoso de su hermano Ángel, tragándose el aliento de su padre, el de Waldo, luego de la última mirada, ni los corazones estaqueados que habían muerto en su creación, ni la sonrisa de quienes festejaban en la playa, ni la vida turbulenta y vapuleada, ni el miedo, ni la resurrección, ni el ron. Era la despedida del que no se iba y emergía de la sombra de los pájaros, en un rito que en algunos templos, tiene el olor a incienso y en otros, el de la ceniza... Al viento, sí, así como los hombres a veces, somos herederos de los pájaros.

El 30 de agosto del año 2000, el padre del cubano falleció en la ciudad de Guadalajara, en México, su segunda patria, luego de que Ángel intentara, sin resultado, levantarlo con su aliento, golpes en el pecho y palabras malogradas. Después viajaron a la isla grande, con el firme propósito de acompañar al viejo, en su regreso a casa.

Luego de arrojar al diurno infinito, una triste canción de cuna, la tarde, muy tarde fue cayendo derrotada. Ambos, tenían que proseguir el viaje y descolgarse de los hilos invisibles donde los vivos, no pueden permanecer mucho tiempo.

En esa entidad, pensaron, nomás los muertos pueden sobrevivir.

...Nomás ellos, porque ya pueden ordenar sus recuerdos.

Y el recuerdo de Cuba trae al alma una brisa profunda, donde los que se quedan tienen que pagar su peaje. Trae al cuerpo la mano hecha puño, de la imagen de quienes nos han acompañado un pedazo de viaje.

¿Recuerdas la patria? Y la patria es un trozo y rotura de tierra que vamos cargando, estaqueada al corazón, con sus calles partidas, sus fragmentos cosidos, mamá santa y papá bendito, Waldo con su paliacate torcido, los hermanos de todo, diría Ángel, menos de sangre, las vulgares trasnochadas, los abandonos imperfectos, la sonrisa ausente, viva, fugaz, restringida... Las estúpidas pasiones, el miedo por la noche cuando nos han dejado, solos, en casa, la pobreza millonaria, los ojos sepia y la isla siempre grande.

-¡Tu papá te llama!

Y ahí estaban vomitados en La Habana, dislocados entre cantos, peleas y zambitas.

-¡Tu papá te quiere!

Y con mucha rabia se quedaban, porque el viejo, bien contento, bailando se largaba.
-Tu papá en mi boca Waldo y mis manos en su pecho.

Y Waldo con papá en la mano, volando como pájaro y sosteniendo incrédulo, un puñote de ceniza.

 
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