LA BODEGUITA DEL MEDIO


Confieso que lloré el día en que volví a la “Bodeguita del Medio”. El viejo hombre del piano que interpretaba la canción de “la negra Tomasa”, se percató enseguida de mi llanto y dejó de tocar para sentarse a mi lado y compartir un mojito.

- ¿Le puedo ayudar en algo?

Yo, casi embriagado por el alcohol, percibí la figura de aquel mulato un tanto indefinida.

- No, no es nada, es que los recuerdos se agolpan, ¿sabe usted?, aquí conocí hace un año a algunas personas, a unos buenos amigos... fue en esta mesa, justo en esa mesa, todos pedimos un mojito. Delia, a quien llaman la química, se sentó ahí, a mi derecha. Delia es una gran señora, una elegante dama. Delia es como una princesa de cuento, tiene un gran encanto natural, siento un gran cariño por ella, ¿sabe usted?, es, ¿cómo diría?... muy atenta... elegante. Si fuera una metáfora sería la primera rosa que florece en primavera en medio de un gran campo de amapolas. Es...dulce, tierna, femenina... esa persona que cuando uno conoce ya jamás quiere prescindir de ella.

Recuerdo que el cubano tomó su primer sorbo de mojito y me miraba expectante mientras hizo algún comentario sobre Delia, creo que dijo que le hubiera encantado conocerla o algo así. Yo, mientras, continuaba con aquel monólogo salido de lo más profundo de mi ser.

- A mi izquierda... sí... a mi izquierda se sentó aquella noche Anita, la Anita de mi alma, mi Anita preferida. Anita es inteligente, es avispada, es sencilla pero elegante en las formas, es hospitalaria, servicial... buena amiga, muy buena amiga, fiel... fíjese usted, ya casi no existe la fidelidad... pues ella es fiel, fiel hasta la médula, fiel hasta no poder más...Anita es...Anita es especial, Anita es buena, muy buena, es muy...¿cómo le diría yo?, si fuera metáfora sería un cóndor con vuelo majestuoso que sabe percibir desde las alturas lo que el ser humano no es capaz de comprender aquí abajo. La quiero mucho, tanto, que no sabría vivir ya sin ella. Con ella he compartido un tequila, una grata conversación...A ella le he dedicado muchas veladas, ¿comprende usted?

Aquel hombre asintió con la cabeza, volvió a beber otro sorbo y empezó a masticar un trocito de hierbabuena, yo casi no era consciente de que seguía y seguía hablando.

- Después allí, al lado de La química, se sentó Ricardo, a quien llaman el gabacho, ¿sabe usted?, eso de el gabacho es curioso... no sé bien si vivió o nació en EE.UU, de ahí el apodo...pero ¿qué le cuento de el gabacho?, es un buen amigo, es un cuate... como dicen ustedes... un cuate de lo mejorcito que me he encontrado jamás...y mire que yo ando con gente, ¿sabe usted? El gabacho es sano de mente, noble, sí, posee una gran nobleza, es fiel.... y eso que ya no se estila....¿cómo se llama cuando uno es formal en el trabajo...?

- Responsable - precisó el pianista.

- Eso, pues muy responsable... es educado, fíjese usted, educado en estos tiempos. Si el gabacho fuera metáfora sería el roble más alto del bosque con muchas ramas... y cada rama simbolizaría cualidades positivas en este ser humano... quiero a gabacho... pero.... ¿está mal querer a un hombre?

Aquel cubano que me escuchaba atento bebió de nuevo y removió el azúcar del mojito mientras colocó su brazo en mi hombro.

- Yo quiero a mi padre, también quiero a mi hermano, ambos son hombres, contéstese usted mismo.

Creo que abracé a aquel viejo pianista en medio de mi embriaguez.

- No, no es malo querer a un hombre, claro que no.

- Siga, por favor -me dijo.

- Pues ahí, cerca de usted, en aquel sitio de la izquierda, se sentó Margarete, apodada la güera... es rubia... de ahí el calificativo, ¿sabe usted? Es guapa... muy guapa, me gusta cuando sonríe, me encandila su mirada... me entusiasma su saber estar.. su...su trato con la gente, sabe tratar a la gente, sabe valorar... Admiro a la güerita, es muy constante en su profesión, disciplinada, seria...Me gusta la güera, sí señor, me gusta esa mujer. Descubrí que es muy romántica, lo descubrí en una conversación, a la luz de las velas... Yo también lo soy, ¿sabe usted? Si la güera fuera metáfora sería paloma, una blanca paloma que contempla el universo desde la rama más alta de un almendro rodeada de la más pura naturaleza.

En aquel momento fui yo quien pidio al camarero otro mojito y continué con aquellos recuerdos compartidos en una bella noche de plenilunio.

- Más allá, al lado de gabacho, se sentó Jorge Hamuraby... Jorge es un amigo extraordinario. Ante todo es... respetuoso, muy respetuoso, también responsable, muy responsable...recuerdo sus gestos, sus comentarios... es agradable por naturaleza, siempre sonríe, es muy atento... extraordinariamente atento...Es un chico muy sencillo, asequible...eficiente...En la vida debería haber muchos Jorges, claro que sí, ¿no dice usted lo mismo? Mire, si fuera metáfora, Jorge sería una condecoración, la que otorgan a los ciudadanos que se distinguen por sus actos... Jorge sería el propio símbolo del bien nacido, de los hombres de buena voluntad. Me siento orgulloso de Jorge... de veras... es amigo con mayúscula.

En ese instante alguien se le acercó al pianista para pedirle alguna canción, pero el pianista se llevó el dedo índice a la boca y le hizo guardar silencio e invitó a aquel señor a que se sentara a nuetro lado a escuchar mi relato, ya éramos tres compartiendo mis recuerdos. Yo continuaba.

- Frente a Jorge se sentó Marisa...sí...Marísa... ¡Ay, Marisa!...¿por qué será mi debilidad Marisa? A Marisa la recuerdo con gestos siempre amables... siempre....dispuesta a ayudar, con ternura... porque Marisa es tierna, ¿saben ustedes? Marisa es delicada, atenta... transparente, muy seria en su profesión. Recuerdo la noche que fuimos a cenar aquí cerca, frente al Malecón... en un restaurante, Marisa recibía directamente los rayos de luna y sus ojos oscuros, brillaban como los de la propia Afrodita en su corte celestial. Si Marisa fuera una metáfora, sería la copa más estilizada de cristal de bohemia que trasluce el color natural de cualquier bebida.

Una pareja de enamorados que escuchaban atentos mi relato acabaron también arrimándose a la mesa.

- Perdonen, señores, ¿podemos compartir con ustedes esta conversación?

Creo que fue el pianista quien les contestó algo así como... “claro, claro, están en su casa”. Yo intenté sostener la mirada hacia mis interlocutores, pero el mojito seguía haciendo su efecto y no los percibía con claridad, si bien continuaba y continuaba mi relato casi automáticamente.

- Allí, al lado de Hamuraby se sentó Germán. Es cierto que todos mis amigos me han dejado una huella imborrable en mi vida, pero Germán... es un amigo del alma, ser amigo del alma no es cualquier cosa... Germán también es noble, noble de corazón, es fiel a sus principios... un ser humano grande... un gran hombre... un gran amigo. Germán ocupa un lugar privilegiado en mi lista de amistades, es alguien con quien comparto el tequila y las experiencias vitales. Si Germán fuera metáfora... sería...sería... un gavilán mitológico, fiel a las leyes que dicta la naturaleza y fiel al principio de la lealtad. No he conocido amigo más fiel que Germán, ni amigo con más disciplina, disponibilidad y eficacia que este chico. Además de buen amigo es un buen confidente... es fiel, fiel hasta no poder más... también quiero a Germán.

En ese momento el dueño del bar terminó de limpiar un vaso con un paño blanco y una vez que lo dejó depositado boca abajo, dio un salto colocándose al otro lado de la barra uniéndose a aquel grupo, ya numeroso, que estaba a mi alrededor escuchando mi conversación.

- Aquí detrás, en este sitio más o menos- señalé una de las sillas- se sentó Elva, la persona de mirada profunda, delicada... Elva es sensible, ¿saben ustedes?, muy sensible... de conversación dulce, animada y activa para ejectutar cualquier acto... Elva es afable, linda, sabia, intuitiva, razonable, fraternal, amistosa, impaciente... Elva sencillamente me encanta, ¿saben ustedes?, es una de las mujeres más encantadoras que he conocido jamás. Si Elva fuera metáfora... sería la brisa del atardecer vallartense, esa que inyecta su efecto relajante a las parejas de enamorados del Malecón. Su ternura hace que le tenga mucho cariño, que la quiera en lo más profundo de mi ser, que la tenga siempre presente... Elva... aquella Elva que se acercaba a mi lado y me mimaba cuando intuía que algo no iba bien...

Percibí en aquel momento que todos los que me rodeaban se mostraban atentos a mí, el pianista iba copiando mis gestos que quedaban reflejados en su cara y aquellas muecas me hacían gracia. Yo, en cada intermedio, bebía y bebía... Una de las chicas allí presentes me animó a continuar.

- Allí, en aquel extremo se sentó Amanda, decir su nombre me apasiona. Amanda es calladita, sutil, delicada... Amanda sabe estar... Amanda es amigable, me demostró un alto sentido de la amistad, ¿saben ustedes? Recuerdo nuestros paseos por Vallarta, cuando me mostraba cada monumento... dándome explicaciones... Sus negros ojos se clavaban fijamente en los míos y me encandilaban. Su melena es negra, larga...Amanda es muy femenina...muy atenta. Si Amanda fuera metáfora sería el trino más bonito del ruiseñor, saludando a la mañana. La imagen más nítida que poseo de ella es su melena al viento, su mirada profunda... y su piel delicada.

Hubo un señor que en ese momento piropeó a Amanda, le dijo algo así como...”¡Lástima que la gobernacion no haya plantado jardines alrededor de esa chava!”, alguien preguntó el porqué de aquel comentario, y contestó la misma voz diciendo: “porque es un monumento.”

Yo continué después del último sorbo de mojito.

- Ahí enfrente, justo ahí -señalé el pico de la mesa-, se sentó otro incondicional amigo... mi buen y gran amigo Joel... su nombre completo es Joel Rodríguez Flores... fiel, educado, servicial.... Joel posee todos los calificativos de los demás concentrados en su persona...¿Saben ustedes?, Joel sabe expresar su yo con la ternura de un infante...Quien conoce a Joel ya siempre lo quiere tener a su lado... Si fuera una metáfora sería una gran nube de algodón depositada en la parte más alta de un brillante arco iris después de la tormenta más áspera. Joel es cariñoso... es ante todas las cosas una buena persona... un gran ser humano, el más grande... Su encanto, su eficacia y su sentido de la responsabilidad... de la lealtad... y de la fidelidad, han hecho de mí su mejor amigo... ¡Joel, no cambies nunca!, y sobre todo ¡haz que la gente te conozca más y mejor, vales mucho...!

Alguien de la mesa de al lado piropeó a Joel, dijo algo así como “ese chico es una mina”, y todos aplaudieron, yo asentí con la cabeza.

- Sí, ese chico es una mina, una auténtica mina -dije yo. Faltan todavía dos grandes personajes, Martha de la Mora y Dulcinea.

Todos empezaron a decir al unísono:

- ¡Que nos hable de ellas... que nos hable de ellas....!

El cubano apaciguó los ánimos y mandó que se callaran. Yo empecé por Martha.

- Martha es dueña de una gran personalidad... es la mujer con la personalidad más definida que jamás haya conocido. Martha de la Mora es... es... inteligentísima... cordial.. hospitalaria... es muy sensible aunque pretenda cubrirse con la piel de lobo... Es muy simpática, tanto, que cuando recuerdo su risa me hace sonreír en los silencios. Si marta fuera una metáfora, sería una ovejita tierna en la piel de un lobito feroz... y sobre todas las cosas posee un gran sentido de la humanidad. Quiero a Marthita.

Finalmente quiero hablar de Carmen. Carmen tiene de Dulcinea lo que un servidor de Qujote. ¿Cómo conquistar el corazón de una Dulcinea?, quizá, a través de las armas quijotescas, tales como... la lealtad a la dama... la comprensión... el amor...., ¿quizá la locura?, sí... quizá... quizá... ¿Qué se puede hacer sin locuras? Carmen posee la sensibilidad de una caricia, la intensidad de un beso, y la profundidad de un pensamiento... Carmen... Carmen es bella como el amanecer, sutil como el cristal, profunda como el mar, delicada como la brisa... Si Carmen fuera una metáfora sería las primeras gotas de lluvia de una eterna primavera rozando la piel e introduciéndose por los poros para alcanzar la autenticidad del ser humano... Aquélla Dulcinea de sueños eternos, de vidas serenas, de noches estrelladas y de idilios permanentes, se instala en mi recuerdo como la más grata nostalgia, para ella y para todos mis amigos...¡quiero que suene una bella canción cubana!

En el momento de terminar, todos los allí presentes aplaudieron con ¡vivas! y ¡olés! hacia mis amigos, alabando a cada uno de esos personajes.El viejo cubano se acercó hasta el piano para interpretar “Cantinero de Cuba”y entre sollozo y sollozo me esbozó algunas palabras al óído mientras seguía tocando.

- Yo también hubiera querido sentirme protagonista de tu relato.

Lo miré, casi con compasión y colocando mi brazo sobre su hombro le dije al oído: “No debes preocuparte, ya estás retratado en mi historia porque también perteneces a ella. Vivirás eternamente entre las páginas de este cuento, quizá siempre atrapado en el mismo relato que se repetirá incesamentemente, cada vez que alguien lo lea o lo cuente, pero ése es el precio que hay que pagar por la inmortalidad.

   
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