LA CONSIGNA Y EL MILAGRO


Julio Cesar Aguilar

Al niño que fui…

Inasible

EN EL UMBRAL


Cuál es la puerta

aguardando la sombra del que soy,

del que he sido siempre yéndose

a los tantos vientos cardinales

como el que —brizna, polen ciego—

anhela vislumbrar algún indicio

de una flor cualquiera, señal

donde se funde el venidero reino.

Digo puerta y acaso sea una ventana

rota, un pedazo de vidrio,

un vacío por el que la luz se filtre,

cárcel que abolirá sus hierros

cuando decida el fuego del hombre:

amigo mío que a veces soy

y que dentro de mí se esconde,

amigo que me dará su voz, manantial

de canto, luz y llave

desmintiendo los ilusorios muros

de la prisión donde ya no vivo

porque muerto estoy y no sé desde cuándo.


ECOS DE LA AGONÍA

Fui sólo sombra

habitada por el desdén, por los caprichos

de la luz vagante.

Fructificó en mi ser la desventura

y puntualmente repartí sus dones;

a veces la alegría dejaba en el aire su estela.

Árbol solitario, pan

de la multitud, fui

lo que pude.

De repente todo se va muriendo.

(¡Dios, cierra los ojos

y mira tu obra

y compadécete

de ti!,

pero si soy yo el hacedor

de tanto fruto estéril, mándame

de una vez al infierno

y olvídame.

¡Acaba ya conmigo, Dios,

tú ganas!)

Hoy, al borde

de esta tarde

yo también me muero,

para luego tal vez recomenzar...



TRISTEZA INVERNAL


Otra rosa floreciendo en el sueño: Una

esperanza más para ser deshojada.

Sucede que amanece y estoy solo como yo mismo

y otra vez el juego, la ironía,

el escarnio con que me pregunto

quién soy ahora.

Abro apenas los ojos, tímido sol naciente

queriendo decirle sí que sí a la vida...

Entonces la agonía empieza, la vergüenza

de saberse vivo; (aunque no, no es ésta —flor

deshauciada, sol negro— lo que ninguno atreveríase

a nombrar vida.)

Doy pie a la batalla

pero no tengo manos para hundirme

(o sacarme)

la espina de frío que taladra,

que pudre mis huesos.

Árboles, los tristes árboles desnudos,

fantasmas que vuelven más trágicas

las horas grises del exilio

en un invierno desbordándose,

y tanto invierno no cabe

no cabe en este harapiento corazón mío

que escribiendo está mientras llora.


PRESAGIO


Tú pretenderás saber la verdad

del mundo que nace en ti mismo

mirarás al cielo entonces

y es nada lo que verás

andarás luego como un loco

y la vida te será ajena

tocarás mil puertas

y nadie ha de abrirlas

hasta cuando calcines en tu mirada

a ese Sol Ciego

que con tu muerte

se alumbrará.


DÍA DEL JUICIO


La esperanza es fruto

que ha de comer mañana el hombre, escribes

pero qué me dices de ti, de tu hambre

insatisfecha, de tu maldita

miseria humana. Crees vivir

y en realidad no te consta.

Te engañas. Gozas

imaginando un cielo enorme

aunque te quemen y resuciten

las angustias del infierno.

De tu infierno.

Tú no sabes vivir ni morir. Te conformas

con habitar los recintos

de tu abnegadísimo mundo

donde sólo monologan voces fantasmales. Allí

permanecerás hasta el día del juicio, hasta

cuando verdaderamente te mires

cara a cara, Julio.



CONJURO AL FALSO YO


A todas partes llegas

cuando yo llego

y si decido irme

tras de mí te vas

¿Quién eres?

¿Qué te crees?

Saludas con mi sombrero

hablas por mí

sonríes

callas

lloras cuando yo no quiero

¡Hipócrita!

¡Bastardo!

¡Sombra de mi sombra

aléjate de mí!



PROEZA


Hay quien dice

que la mayor proeza del hombre

es vencerse a sí mismo.

Yo, sin embargo, huyo

del demonio que me acosa:

cada vez que puedo

me escondo de mí

pues siempre gana

la fidelísima sombra que me habita.



INASIBLE


Déjame imaginar tu rostro

para saber que existes,

oculto desde siempre

en la penumbra de mis pensamientos.

Creo oír tu voz:

cierro el oído

y sólo palpo mis respiraciones.

¿Dónde he escuchado tu nombre

que me traiciona la sangre,

a qué silencio te fuiste, desde qué cúspide

te aferras para no llegar?

La vida, joven aún,

nos aguarda con su cálido beso.

Cantemos unidos hoy

como yo canto entusiasmado

para hacerme real,

porque quiero ya iluminarme

con mi existencia.

JULIO CÉSAR AGUILAR

(Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1972). Poeta, editor, ensayista y traductor de inglés. Candidato al doctorado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Texas A&M en College Station, Estados Unidos. Es médico cirujano por la Universidad de Guadalajara y maestro en Artes en español por la Universidad de Texas en San Antonio. Su obra se encuentra parcialmente traducida al inglés, francés, italiano y persa. Autor de Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007, y Barcelona y otros lamentos, 2008. Traducciones: Con ansia enamorada, poesía de Irving Layton, 2004. Camino del ser, muestra antológica de 24 poetas anglosajones, 2006.

   
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