La vida otra FIN Y PRINCIPIO A la tierra le pertenecemos: en su vientre somos fructífero polvo simiente multiplicándose en la inmensa mano del universo. De la tierra venimos eterna madre nuestra y hacia ella vamos. FUGACIDAD La vida se desliza en el tiempo ¡con tanta prisa! que ahora que escribo escribo no soy el mismo de hace un momento A TODOS USTEDES Si de repente me voy hacia-no-sé-dónde por favor no me olviden. Su recuerdo será el alimento no de mi vanidad cuanto de mi necesario amor, de la fe imperturbable para sobrellevar las partidas. El olvido es la muerte y no quiero morir. Todo está claro. No es que me vaya ni me esté yendo: Aún no he llegado. Mañana amanecerá como siempre. LA VIDA OTRA Algún día seré pastura para la muerte, no más que polvo triste en el desierto del mundo. Mi sangre cesará su danza y en ese instante todo se habrá consumado. Mudos brillarán mis ojos en su larga noche y en la profundidad enorme del silencio escucharé los ecos de mi canto. Muerto, tendré otra vida. ¡Qué delirio, qué deseo impetuoso de ser eterno! Huésped de la alegría MUNDONUESTRO Del niño que respiró en mí alimentado de mi sangre y con mis huesos protegido, de ese solo niño criatura amarga, no sé exactamente si algo de su ser perdure aún, invicto en su catástrofe de miedo. En realidad, me sobrevive su mirada, relámpago furioso partiendo en más de dos mi nombre. A través de sus turbulencias imágenes sueño lo que él mira, deseo lo que su pensamiento imagina. (Ése que canta soy yo. El que conjura con sus versos el desenfreno agrio de la locura, enclaustrado en su atalaya de muerte esperanzada.) No. No ha muerto y no morirá. Lo sé ahora, cuando descubro que erige nuestro mundo desde sus sílabas de cataclismo y fuego. LA ALTERNATIVA Pueblo, todavía no te conozco porque no he llegado a conocerme. …Tan distante de mis recuerdos tan pequeño en mi corazón; no es que no te quiera. No (tantas razones encuentro.) Pero hay, también, viajando dentro de mi sangre, una tristeza antigua, un dolor no saldado: perseverancia de liberarme de lo que mi ser no es. Y conocerte mejor para lograr amarme sin más remedio, así, sin otra alternativa pues seguro estoy es sólo el amor quien nos salva. Vuelvo a tus calles que ando y desando al rodear los mismos sitios llevándome, siempre puntual, a los umbrales de mi infancia. HUELLAS DEL LLANTO Como abandonados huérfanos, habitantes del olvido, mis viejos zapatos repasan todavía su historia desde el recinto de las añoranzas y lo inservible. ¿Cuántas aún lágrimas tendrán por decir? Oh tan míos mis sufridos zapatos ejemplos de mi sinamor. Muchas veces huir quise de sus tribulaciones: contemplé los caminos que no anduvieron y ahondé a la selva en la que me perdí. Qué importa si con sus agravios ahora me persigno: aun así no restaño el cuantísimo tiempo que por mi cobardía engañé el rumbo, la dirección de su ortopedia para juntos no andar hacia el horizonte de nuestro destino. En el país de los zapatos los míos optaron por el exilio, y aunque sobre todo mártires de mi vergüenza, ellos el espejo y mi referencia son. Porque metáfora posible no hay para llorar tanta amargura yo sólo pienso, ay amargos los zapatos míos como triste fue mi corazón. ELEGÍA DE LA PIERNA A la sombra de su estatura bendice tú la harina de su hueso, ceniza caminante en triste enflaquecido músculo y piel de nardo. Para que vuele, para que no se incendie, sacúdele la rabia que la aniquila. Que en un grito alarido enorme resucite y si no, luego entonces nuevamente crucifícala. Ha callado tanto tan silenciosamente que ya no escucha, que no obedece más los desvaríos de aquél que habla, del que empinó en su copa toda la embriaguez del infortunio escondiéndose pronto luego en su corazón que sabe sólo dar caídas de ciego. LAS DOS MADRES Desde la infancia tuve dos madres: la buena razón del ser nacido, el pan propicio en el sueño y la ternura, la mirada indispensable del amor cabían justamente en una de ellas; por la otra, fui conociendo el infinito infierno que es el odio, violencia sin nombre, ráfaga de ira capaz de todo, engendro de qué abismo qué tiniebla o qué rayo ay, madre por la que aún reniego sombra, filo, sombra que detesto. A veces, algunas veces sólo algunas la hermosa mi madre terrenal llena de amanecer y de frescura invicta, por quien tantas veces tantas créceme el miedo de que algún día invisible se haga y en cualquier desierto me abandone, esa madre única, verdadera dueña del horizonte pleno convive a veces digo, dialoga, hace su paz felizmente dentro de mi ser. RECONCILIACIÓN ¿No soy ya el niño rebelde escondiéndote su mirada, no el que cerraba sus puertas para que no entraras, el que en silencio te hacía la guerra? No quiero vivir siendo tu enemigo, padre. No, no puedo. LA CONSIGNA Y EL MILAGRO Volver a tus dominios, infancia, acercarse es lentamente a la explosiva boca de un volcán y luego, ¿para qué volver entonces al origen del desastre donde aún el escombro es el reino de la insania y una voz de látigo, férrea para el castigo y la zozobra hace cumplir puntualmente su mandato? ¿Para qué, entonces, escarbar lo caminado y hundirse en las cenizas de un esplendor fallido en cuyas ruinas aguarda temeroso un niño? Regresar a la infancia y salvar al corazón de su infortunio han de ser la consigna y el milagro. NIÑO En la mirada del niño convive toda la piedad del mundo. Basta descubrirla brillando en los ojos para intuir un futuro acercándose… Circunstancias hay que sólo la naturaleza entiende: los niños juegan a ser lo que son mientras en su mirada, tímida pero límpidamente, se dibuja del mundo la paz. HUÉSPED DE LA ALEGRÍA Cuando nací conmigo nacieron la noche y el mundo y sus constelaciones. Abrí la mirada como quien abre y descubre la puerta de las maravillas: añoranzas tantas descubrí que mi olvido sabía porque antes de nacer yo ya era el polen de mi origen, la simiente aguardando el agricultor saludo de un dios. Pero en el naciente año, por su ventana, pronto una muy desdicha vestida con garfios rigores de la enfermedad, leona más que perra afilando sus garras en actitud de acecho, me visitaba. Al final, fui su presa… Y cuando la discordia con silencioso estruendo gritando me hería era mi voz un deshojar de palomas. (Habitante del miedo, terriblemente gozoso me revolcaba en inmundo estiércol.) Cerré la mirada entonces que años antes había abierto y fue así que en mis ojos, en esos ríos de tinieblas y llanto un triste niño por mí se ocultaba. Sí. Excepto lo que no recuerdo lo que digo todo es verdad. Hoy el niño que fui yo no tiene tatuada ya la memoria: es como si dijera: “no soy más el dador de los poemas tristes, ya esos no me pertenecen, desconozco su negra túnica, su esquelético rostro de angustia; no corro y tropiezo ya al escuchar su lamentable palabra adolorida”. Pero a fuerza del tanto llanto sin embargo soy ahora el huésped de la alegría. A la vida nací, descendiente de los atardeceres y de la nueva luz. Y por mi sangre desde entonces palpita el corazón de Dios que es el de todos los hombres. Naciblemente vivo nazco porque en cada segundo se nace o se muere según la elección del que, aun sin saberlo, elige su porción alegre de luz o la pálida estancia en la niebla. |
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