(jaspe)

Te desbarato cuando dudo.
Te disuelvo adentro en el vértice.
Veraz vidriera de venas donde suelto el dardo
en la búsqueda.Te tomo de la mano y te llevo,
te empujo continuamente como a una piedra
hacia lo alto de la montaña. Mañana,
me has dicho alguna vez, modera y mantiene
una distracción. Yo batallaba en ti en una duda dada.
No faltaba quehacer. Era un correr de luna que empuja
como yo empujaba en ti la tela en el telar.
Viento que pasaba, puntas que se hendían,
lenguas, siempre ellas y el dedal.
Te desbarato y te empujo. Jalo el jaspe de ti,
mis cabellos me contemplan obrar.

(tránsfugas)

Tenía la hebra en brazos.
Había pestaña en flor y florituras detectadas.
Había pies, plazas, predicamentos: tanto tiempo
que tuve la hebra en la hembra de la mano.
Molía en la mesa. Medía una menstruación, o musicalizaba.
Mecánica mullida en tu sonar, el tictac en el temple
del torso y tinieblas desterradas a cubrir con medicina,
millares de pastillas en el cielo estrellado. Titubeo sí,
tenía la hebra en cinta y a brazadas contemplábamos
el mar. El brío se integraba a la tubería de taberna,
tenedor amado en la tempestad, dosificada en la idea
sentías sonando en la suavidad de guardarla en brazos.

(temporada)

En el pasillo pensante tenía un clavel,
o cosa caída de la falda al pasto de pradera subsiguiente,
como si el sólo seguir fuera la fórmula inventada
por el coro de una experiencia en flor.
Sin hablar de pétalos, los prismas de tus ojos
penaban en la pulsión y por el pasillo que se abría
en la corola, se coronaba la culpa.
De mi vestidura nacían los cuerpos
y los veía pensar en los filamentos de tu perímetro.
Cuerpos de contagio que cumplían cada mañana
un destino inducido. Dar de beber, y dar al brote
su víspera, pasar del corredor al clavel, de la pradera
al precipicio, de la pintura al sol del cuerpo:
cuerpos y cunas que ya se habían conjugado.

(tubérculo)

Ubicada en el ébano de la respiración, te sentía.
Tenía un trompo en la uña al sentir.
No como se siente la savia o la sal o el silencio,
sino te sentía titubear exactamente en la tarima del torso.

Un tiro al blanco que vive en Bruselas en vano,
en el viento que se lleva la idea de sembrar a otro sur,
tenía en ti el tenor del sol. El tronco en la uva
de un temor pálido.

Cuando yo lo tenía, tentaba, teniéndolo aún.
Subía la escalera de costuras. Pensaba un tanto aquí,
en el espejo que la luz lapida. La palabra de brea.
La invertebrada.

(ingreso)

Estoy entrando al tiempo, teniendo el tiempo de tierra, entrando
a la tempestad del temblor roto en su listón de ocasos y yo
entro, torpe turba de pasto, terco peldaño con su abrir de niño
que arranca con pies, añosa puesta a secar de días y su sabor
en lengua larga de gorjeo. Una laguna como lengua que va
entrando a tronar su letargo, que grazna desgranada en la
terraza que crepita y contempla. La brizna es un hogar de
garzas, un gritar de lodo, una guantera de semilla como llave,
como llamada que se daña mientras llega a una lluvia imprecisa.

(aparato)

Me llega débil tu voz.
En el aparato de las voces venidas,
la tuya es alta y tambaleante.
Recibo las deudas de tu aviso y sus domesticaciones.
En doblez y dentellada tu voz se invierte, se incrementa
en el vino, se destituye.

Si pudiera tener de ti una voz in vitro, balcones plateados
en tu sien sensible, o cenaduría de pausados planetas
y su verificación en los anaqueles del vocerío.

Cuando lo tenía todo de tu garganta, cuando hablaba
de ti en la bonanza de la calle, cuando era tu voz
lo que tenía, y era tu callo el costal de vertederos insólitos
cuando quieta, cuando insomne, cuando desbarrancada
y me llegaba entre las fauces como la faz del frío,
no había debilidad.

(seda)

Estoy sombría, sonora sólo en silencio.
Mi cerebro es la zona de un saber sonámbulo,
sueñan repisas en roperos que se enroscan solos.
Solía salir, sacando la solidez como bastón de bestia
o como bajar al suelo sentido, y ahora que salgo
a sacudidas de cielo, sombría en la ciudad,
superada y suelta en la seda de no saber quién sale,
quién surca, cuándo la savia sangra en sudor y cuándo silba.
Estoy como la estancia en el sopor de horas,
como la estancia cuando celebra su tiraje de suelas,
su peldaño, ese solar, ese sacar del zombi la verdadera
cima, y estoy tirando temas sobre la semblanza
de mi soledad, sometida a mí, saturada entre saleros
dispersos con sonrientes diseños.

(barbecho)

Estoy en el plantío, de pie, como pelo de agua,
como gota que se gasta en la pasividad del pie.
Estar en pierna, en patada, en palmera,
en percance clavado. Estoy sembrada,
enterrada en la trifulca, bifurcada
en la terraza de un viejo tensor y sigo en la silla,
sabiendo que escurro de agua.Estoy de planta
en el pinar, conducida hacia un humus de guarida
que hoy gasto aquí, al ganar la guerra de goma.
Se inunda el terreno, se despostilla y me deshojo,
azolve de caída al unísono de la sombra.
Suave el perfume del platanar.
De pantano en pantano, una puerta.
Un tallo que llega, una llamarada en la deidad
de la plántula que apenas brota.
Y entre las semillas llamo a la planta en su paseo,
como llamaría al pie.

(paisaje)

Si tú volcaras la vista al dúo que dejamos,
volcaras la cerrazón, y salieras a ver, el viento
se ha metido aquí y ha dejado la vuelta a punto
de partir la nube. Siempre él ha trozado el verdadero
bacilo, hilo en boca, rozadura si dejaras de volcar,
si de pronto el poder te negara su puesto de piña,
y así, pisada drástica, sumaras a tu senda de visiones,
de vistazos quemados entre dos.

El deshilado es grave al inhalar de rama en rama tu razón.
Qué razón tenías al roer mi rueda, la rama incisiva encalló
a raudales en tierra de sitio.Y reí al resucitar.
Había enroscado el hilo en tu rabia.

(correo)

Me ha llegado febril tu fe. Tu poderosa fe de amores
en ayuno. Me has llovido tú en la fe de mi fragua
de guiño o frutescencia medicamentosa.
Y no es una fortificación, eres tú que nutres la fresa,
tu facultad de ver me ha dibujado.
Podría hablar más sencillamente a la llovizna.
Más fácil hablar del feto de tu fe
en mi febrero fóbico. No insisto, es simple
saber que sientes y que sobas tu tamaño
en la sustancia, que te subes a la voz
que se fermenta en mí, que yo no te facilito nada,
me fundo en la forma, te invito a ver, invierno de nubes
que reciben de tu vena la creencia o su concatenación.
Cuando me llega, cuando mi flauta es propicia,
tu fe fecunda la máquina de mi roca.

(veladura)

A veces el vuelo bebe de las alas.
A veces el vaho se oscurece en el plasma
y la báscula ha cesado. Momentos
en que veo tu mirar de contagio
y tu pleamar en la mente del cuervo.

Se vence la trama que traías al conjunto.
Se coleccionan, una a una en mi colegio de elementos
transpirados.Y me quedo de pie en la postal
que habla del paisaje, pegada al pesebre
que abre su entrecortado tufo.

Hay otras cuerdas, otros lobos, otros sitios
agarrados al motor, se eleva el motor y así resurjo.
Me bebe el vuelo de tu noche.
Se oscurece la entraña en el venero del vaho.
Es inquietante proceder en el ala, internar el olvido.

(libro liviano)

Estoy tan lejos de la losa y su lío.
Linterna de noche cerrada. Me voy metiendo al mundo,
me voy a verte de licor en letargo que alberga el tiempo.
Hoy es tan largo aún. Limbo que mama su mitad de loa,
miedo al musgo, miedo al miedo, locales limoneras
en la noche de linterna empañada.

Tu mirada de muro, la madera de leña.
Yo me alejo al meterme, me alejo tanto que recuerdo
el limo. Mi cavidad de latir, mi labia, mi lecho, mi libar,
hoy es lugar de leche, lectura de cancel de lejanía,
te hablo del Yo, hablo a la loseta de tu Yo
y libero la lona, leo en tu libro.

Estoy aquí, lunes de labrar que compone
un contexto de letras.Otra vez miedo, otra vez música,
otra lengua ingresa y hoy no siento. Me siento junto a ti,
lirio de sangre de soporte en la mesa, mesero,
estar tan lejos de la losa y su lío, estar contigo.

(paraíso)

Caer de súbito en el sauce,
Abrazar el sauce en la azotea,
Azotar la taza, sangre de taza insólita,
Serpiente, sonido, surco, sorpresa, y sangrar en esto.
Esto siente suyo el ácido, esto trabaja,
Socava junto a ti la quilla
Sopesa y siente la silueta del cerco
Somete, indistintamente la salvación,
Simplifica (sencillez dorada) el Yo una señal
Silente, al suceder de cimbra en el zumo,
A lo sumo, subo a ver,
Bajo a simplificar,
La secuencia que ensaya sonreír, la sensación
Unida al soplo de Silvia,
Inducida como zaguán de sales,
Saliente de zozobra,
En brazos de salva, en selva
De sabueso insolado,
Desfallecer en la falla (hoy llamo al fin)
Solidez (te solvento)
Suposición in situ (salva el sí)

(senda)

Si tu cabeza se cansa de caer, si las construcciones cabalgan en
tu cuerpo, si no hay calma, ni canasta de calmantes, ni combus-
tión que pueda escuchar tu río.

Si has tenido la sangre en la superficie, si la senda te ha dejado
sentado, si la semana te arrastra hacia una sensación, si no hay
sensación, si hay silencio.

Si lo que dices suple tu disfraz, si la frase te afrenta, si los
huecos conducidos por el rol de sustantivos ahora son verbos,
son vasos empapados de verbos y visión.

Podrías traerme a la trampa de mi tierra en tu desliz, tergiver-
sar el tiempo en que tratábamos de entrar y tenerlo ahí, en la
tundra intocada.

Podría romper tu rampa, salir del aro de tu rosca y quedar en
el resfrío. En la sencillez del rojo, en la rueda pendiente, en el
rosal.

(cobalto)

Tu cuerpo es concha en el camino del campo. He querido y quiero el fondo de tu cuerpo en la cava de conjuros imparables. Y he pasado el día diciendo cómo y cuánto y qué seduce mi confín. Mi cofia ha dejado de serlo, cobranza de conquista, me digo córnea a la deriva y es un decirte a ti. Cuánto he permitido la caja en ceniza, cuánto perder como si me pudriera en el collar. He tenido tu cuerpo en la cuna, he viajado por la viscosidad como vacío, he comido por codos, al sepultar. Y luego de ver la corpórea razón, ven te digo al querer de cuerpo entero la raíz, la broca despunta en el contorno y despliega su romelia indolora, yo al venir te digo ven, quiero un campamento en la cumbre del cuerpo.

(titanio para yáñez)

Puedo esconder mi tinta en el tallo del barco.
El barco de huracán en la pantalla terrible y blanca.
Esconder tu encendedor y eclipsar el puerto de páginas.
El barco se esconde en la tinta del tapiz que termina
virtual, como voluntariosa termita en la madera del temor.
Un tango en alas tuyas, el barco vence su bastión
y lleva tantas bocas, traga el terraplén testigo, te inunda
de tañidos y lo que podría esconder, se derrama
hacia el trastorno (se interesa en ser barcaza de tintura
en la tromba del terreno perdido) y emerge líquida.
No podría esconder el canal de empiezos, con tumba.
Debe abrirse, siempre en labios de agua,
y hablar en los valientes verdes, del barco.

   
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