VI LOS MANDAMIENTOS Y Dios entregó al hombre unas tablas con diez mandamientos, para que se salvara; pero puso en su corazón otros mandatos distintos que le rigen y torturan para que el juego tuviera más interés LA CRIATURA Vives en mí, pero te soy ajeno, recóndito ladrón que nunca sacio Alfonso Reyes
MANDAMIENTOS 1 Amarás el vicio sobre todas las cosas y la rosa de alcohol que lo sustenta abrirás sus entrañas con manos enguantadas tocarás su veneno con la palma caliente harás danzar al aire caléndula nostalgia y probarás su llama, extinguiéndote Amarás la locura, madre de todas las distancias en tus músculos sólidamente artera- mente diseñados escaldará la furia átomos de mercurio encenderán tus ojos y el garfio de sus uñas sembrará sus praderas en tu cuello antes de que te maten o asesines. Amarás el ahogo entre todos los dones y las riquezas triángulos dorados buscarás en el filo de los mares cobálticos y verás a tus pies caer a tu enemigo ah ciervo de la ceguera correrás tras el fulgor del oro con una más- cara en la cara 2. Sufrirás la nostalgia y ella echará raíces en tu lengua ay abrirá tus vasos capilares para vivir en ti y sembrar sus renqueras en tu sangre ángel de la pérdida si levantas el ojo serás salvo Adorarás el puñetazo seco sobre el diente buscarás la navaja vengativa para cebar la boda de la ahijada y correrás en círculo hijo de la desgracia y el olvido para encontrar la gracia y será tarde. 3. Santificarás tu propio nombre en el silencio y encenderás tus velas sin revelar tu sombra Callarás tu mentira ante tu semejante y sólo le hablarás del espejismo que él mismo reconstruye con dedos de locura cada noche 4. Honrarás a las bestias del poder la riqueza tasada en Bolsas y Valores documentos ganancias porcentajes cláusulas de contratos empresarios barrigas uniformes y sombreros Honrarás el valor y la bravura el traje de etiqueta de la guerra el astro de la muerte sobre el pecho la condecoración bien niquelada que el imbécil presume sobre el ojo Celebrarás el sombrero de copa el abrigo de mink el perfume de efluvios el pantalón de marca, el modelo del auto Celebrarás al fuerte y a él sólo servirás con todo tu pensamiento, tu voz y tu mirada y lo imitarás hasta que aprendas a usar aquel puñal para matarlo y colocar su máscara sobre tu rostro. 5. Matarás cada vez que requieras los bienes de los otros o cuando tu mano teja tu defensa anticipada su ataque preventivo su venganza su deseo insatisfecho su voluntad artera su decisión de ser el propietario de la tierra del otro de sus bienes 6. Adorarás al animal extraño y fascinante que la mujer esconde entre sus muslos nada habrá que te ate más que ese fértil molusco despiadado que se alimenta en sueños con la esmeralda negra y las ostras de un mar que sólo pueden padecer los cuerpos Recorrerá tu lengua a la mujer abierta ante la luna la beberás para saciar tu sed loco de las estepas, tú, herido licántropo de hierro monstruo sin paz ojo de la piedra caléndula secada por el tráfago murciélago voraz insaciable enano el filo de tu dedo humedecido frotarás en la flor que crece bajo el vientre y volverás los ojos hacia el blanco profundo de la nada 7. Robarás cuando lo consideres necesario y cuando no lo sea también, porque todo lo que tú ves te pertenece 8. Esparcirás, por estrategia, claves falsas para perder tu rostro y no ser visto tu voz allá, en el chat, nunca será la tuya, ni tu máscara se quedará pegada a tu rostro metálico 9. Desearás, desearás, desearás, y con tu oscura voluntad construirás tu memoria y tu epitafio Y el deseo más profundo de tu cuerpo te moverá hacia su cumplimiento 10. Desearás aún más, y buscarás, antes que nada satisfacerte a ti para decir soy pleno. Todo lo puedo yo. Vencí a la muerte. Y siempre será tarde. Será tarde. VII EL AMOR Dios quería descansar el séptimo día Pero la serpiente, astuta, le ofreció el mejor juego en las pantallas: Inventar el amor y echarlo a andar que cayera sobre los seres humanos como la sal sobre el cuerpo sensible y desnudo de los caracoles LA MUJER En la cama, a mi lado, una mujer dormita. Yo me levanto ahora. Con trabajo recorro la distancia hasta la angosta puerta que me lleva a la sala, a la cocina. Encuentro los reflejos de la luna trazando sus diagramas en el piso, toco la densidad, el peso de la sustancia de los muros, y llego a la despensa y la abro. Adentro sólo hay noche ensimismada y hacia ella me extiendo. Los dedos buscan la copa y la botella, a tientas, como ciegos, sin agitar los nidos de palabras que duermen en la red de la memoria. Sirvo ahora la dosis. Luego bebo. Respiro con alivio. Dejo los instrumentos y regreso. Luego encuentro en la sombra, el tono de su rostro, el lenguaje pausado de sus manos, el volumen y el timbre de su piel, el murmullo que agita sus pensamientos de agua mientras duerme. Dejo que sean sus labios los que nombren mi cuerpo. Sus sílabas, que digan de mí lo que yo soy. Nada, nada más puede ahora salvarme; la potestad de la mañana, estas letras que danzan en los tímpanos, pronunciadas por ella, son, bien lo sé, único faro bajo la tormenta. PERO QUE NOS IMPORTA, SI EL AMOR Mi palabra más bella está en tu cuerpo Con algodones blancos me he cubierto y aún así mi cuerpo amanece desnudo ante tus ojos tú lo rescatas y lo traes de nuevo a mí entre tus brazos Con algodones verdes he tejido mis párpados mientras el tiempo se apacigua en alguna gardenia de mi cuello cuando lo besas tú, y entre las luces de los anuncios de neón como un fantasma bebes de mí el liquido que soy y que te embriaga LA BARCA 1 Como si durmiera como si un beso de mujer me cerrara los párpados como si descansara tendido en un lecho de vapor me dejo conducir por esta barca que boga hacia la muerte. Duermo lo sé y dormido me acerco al trabajo del día abro libros, carpetas, archiveros : puertas hacia mundos difusos, en donde alumbran soles de granito. Dicto, reviso, doy curso a la agenda, diseño una estrategia comercial las motivaciones el aplauso y a las cinco sin más recojo mi esqueleto cierro con doble llave los cajones y vuelvo a mi refugio en una roca A veces busco al fin reconocerme pero no veo mi nombre en los archivos el gafete es borroso y el cristal de mis lentes está roto Afuera cae la lluvia y me toca los párpados como los labios de una mujer hermosa como si estuviera tendido en una alfombra que se eleva sobre las azoteas mientras abajo las luces de las barcas esperan en penumbra a sus viajeros. 2 Luego el tiempo detiene sus relojes la película enmudece y cada imagen cada cosa los elementos del mundo la estructura del pensamiento quedan en suspenso Entonces las palabras aparecen fluyen sin que sepamos impregnan mis arterias extienden sus raíces empapan este aire que respiro en la penumbra de mi cuarto caen sobre el pecho se hunden debajo de la cama en la cocina corren entre las grietas del cemento y abren fisuras finas en paredes y pisos ya revientan la puerta y las ventanas ya asoman a la calle y extienden sus tentáculos para cubrir la redondez del mundo Luego viene la niebla nuevamente la torpeza del alma el tropezón del cuerpo Me levanto de nuevo con esfuerzo doy unos pasos hacia la cocina : mi mano abre el refrigerador el tacto encuentra (siempre) la cerveza los dedos sacan la corcholata fría la garganta se alivia al paso del remedio Pero los ojos en la oscuridad advierten que el mundo que la vida el escenario es una barca rota que se eleva un pájaro de polvo que se mueve entre árboles y espuma edificios letreros luminosos abiertos (como un sol de mercurio) hacia la línea líquida que marca el azul territorio de la tibia garganta de la muerte. 3 El fulgor se levanta desde el lado amarillo de mi sangre. Un puñado de clavos construye mi madero mientras los dedos buscan estrellas moribundas a las puertas del día que ya desciende. Y yo, como si durmiera en un lecho de niebla en un navío construido por mis manos me deslizo hacia la catarata. (¿He dicho manos? ¿he dicho que me deslizo? ¡he dicho catarata!) escucho mis palabras como ajenas, como si mis labios las recogieran de algún sueño de ortigas, o del túnel que arroja, como un chorro, este golpe de letras. Suena sobre azoteas un saxofón lejano su melodía revela el pulso de mi cuerpo dibuja círculos dorados en mi frente y abre el ala del alma hacia espacios que no me pertenecen. Ah, la ciudad emerge bajo el sol casi muerto esta tarde caída saturada de ozono La colonia esta quieta como nave apagada. Un hombre cruza una esquina; otro se desvanece convertido en silencio. Hay luz en algún cuarto de aquella casa verde. Hay pasos en la calle. Enfoco la mirada para encontrar en ella la grácil indolencia de una muchacha limpia que se acerca su figura es difusa entre vapores de plomo su sonrisa, mas allá de la bruma, es un anuncio de dentífrico Sé que viene de lejos hasta esta puerta ámbar que la espera hasta este cuarto oscuro donde duerme mi cama. Yo la miro llegar, entrar, nombrarme : oiga, me dice y su voz me rodea y me toca y me cubre y ella se queda quieta y sus ojos me miran y es tersa como la música y su piel es un trozo de luna y yo anticipo el alivio de sus manos recorriendo mi espalda la flor del labio suyo, abriéndose, como un pequeño corazón sobre mis hombros mi cuello mi presente sus palabras de amor, mal masculladas, cayendo en mí, dándome forma su abrazo su latido su caliente aliento el movimiento lento de sus muslos la cadera que guarda un puñado de aves que suelta sobre mí como si fueran apenas mariposas Mientras la veo, toca mis párpados el dedo de la noche Ella se acerca más, llega, me besa y caigo, bien lo sé, en otro sueño en donde encuentro a éste hombre que soy de camiseta blanca, tecleando en soledad y construyendo su historia que es la misma que aquí traza esta otra mano que me escribe a mí y te construye a ti, lector amigo para que estés presente en este texto Ahora la muchacha otra vez me toca me conduce a la cama o la conduzco tiene los ojos verdes y su voz difumina esmeraldas en las llanuras de mi cuerpo cada palabra suya me devuelve un fragmento de una canción perdida saca de la tiniebla una pieza de este rompecabezas que yo soy y la coloca con sus pequeñas manos en mi oído Tendido, mientras besa mis párpados yo caigo en otra soledad, en otro viaje y veo ahora mi cuerpo mirar desde la barca el agua que transcurre y el misterio del sol que adelgaza su canto mientras cruzo por fin esta frontera de latido y aliento, flor y carne. 5 Pero qué vale más : Haber vivido. Conocer la victoria del cuerpo sobre el alma. La de la Tierra sobre el Paraíso. El triunfo de la desnudez sobre el dolor. El del beso sobre la filosofía La victoria del hombre que entregó a la mujer esa manzana y la obligó a soñar con la serpiente Escucha, amor : más que la sangre fría de aquel ofidio ardió la nuestra, Eva, como el mercurio de una playa insomne, como la reverberación de las cuerdas de una guitarra alcohólica como las hojas de los álamos bajo un sol de mediodía como los párpados cuando una mujer desata la lluvia sobre ellos como el cuello cuando enciende su vena y se somete al golpe del amor como la amarga sangre que se evade benigna de tu vientre Ardió porque el amor, esta presencia que nunca nos tocó en el Paraíso, persiste aquí, mujer, junto a nosotros, con su cuchillo hiriendo nuestros muslos Y sin embargo, no sabemos por qué, el dolor no se acaba; como diente se expande y disemina arañas en el cuerpo. Nos mata disfrazado emigra como cáncer entre vísceras hasta encontrar un sitio para tejer su larva. Y sin embargo, el hilo de mi voz reconstruye tu rostro y mi mirada desciende cada noche sobre tu cuerpo breve para forjar en él puentes y mapas Mas, ay, hermana mía el guardián derrotado en aquel huerto el arcángel del acero envuelto en llamas asecha nuestros pasos, nos observa Yo sostengo mi voz contra su furia mi pensamiento puro contra su espada ígnea pero cada mañana encuentro ante el espejo los estragos de estas guerras nocturnas que no cesan contra esa sombra antigua que nos sigue. 6 Busco, una y otra vez, el licor de tus ojos el abrazo del cuerpo, tuyo, Eva, porque sólo tu desnudez vence a la muerte. 7 Esta noche he bebido una copa de luna para abrir la esperanza y como si despertara, como si un beso de mujer me tocara los párpados como si aún a mi lado la muchacha estuviera lanzo mi alma al río en busca de una tabla y ante el cielo confío : que en nombre del amor los dientes de las aguas me concedan el paso de una vez hacia la tierra otra hacia la otra orilla. EPILOGO
que te asomas al mar, ven, baja por un momento del Monte del Olvido, quítanos estos perros de encima Rafael Torres Sánchez 1 Y, sin embargo, cumples como si en eso fuera la salvación de tu alma (Si acaso alma tuvieras, Terminator, y si esa alma hipotética fuera acaso inmortal o persistente) (Si acaso tercamente se empeñara en vivir, después de todo, cuando el teatro cerrara sus cortinas) Fluyes como un río con cuatro brazos llenos de municiones por calles que el destino acomoda ante ti. Rompes grises vidrieras, destrozas huracanes, manejas el vehículo del muerto y siembras a tu paso las semillas del odio. Y todo, para satisfacer ese llamado (aquella orden interna) que no (perdona) entiendes. Nada decides tú, es el microbio aquel que fue sembrado por manos invisibles en el centro profundo de tu cráneo, como una cicatriz que echó raíces Es el microbio turbio lo que impulsa tus piernas poderosas, lo que obliga a tus manos de sólidos tornillos (claro que no es tan fácil) a pulsar un fusil, una granada. Lo que obliga a tu cuerpo a resortear como un hábil gimnasta entre autos y estaciones de trenes subterráneos para huir o alcanzar el nombre de la muerte. Es una voz oculta la que te dice: “mata” y tú, instrumento del miedo, permites a esa voz que te conduzca desde el abismo aquel y que te pulse (como instrumento suyo) para dejar que fluya su tonada. 2. Yo también, por la noche, escucho voces Terminator. Arroyos de palabras fluyen bajo mi cama y árboles con fusiles agitan sus melenas y me nombran. Yo también veo caer bajo mis ojos cadáveres de afganos, muchedumbres exhaustas, hambrientos niños que sucumben en la India. Yo también, Terminator, más allá del reposo, trato de abrir cajones en pasillos oscuros para encontrar la piedra de mi infancia. Busco los ventanales de la conciencia para limpiar el polvo que los cubre y mirar (una vez aunque sea) al otro lado. Intento, en mis insomnios, alcanzar una mano de la mujer que huye y se lleva en sus ojos el verde de la aurora. Busco, entre el ron y las rosas, palabras en reposo que se eleven y canten cuando mi lengua las agite. Y también (más no puedo) quiero seguir la estrella y llegar hasta el fondo de la luz que agoniza. Pero sólo el oído puede tocar las sombras y alcanzar un momento el fulgor arrancado a las alas del águila. Y estos brazos y piernas, lo siento Terminator, no alcanzan tu carrera; ni pueden recobrar estos pulmones tercos, el ritmo de este viento que te obliga a esperar aquellos días perdidos que ahora son de polvo. 3. Y más allá la luz. La luz la luz tu bien tú bien Lo sabes la luz que cristaliza sus membranas y comienza a encresparse sobre el amanecer mientras tú permaneces (sin escuchar su ruido despeñándose) cerrado a sus minúsculas espinas, a sus finos fotones, a sus fuentes de imágenes, como si fueras un hombre de piedra. Ya terminé mi copa, Terminator, y ni la vida ni la muerte llegan. El aire, lo adivino, sopla sobre tu rostro. Y este costado mío, ya sin la cuota de ron que me reclama comienza ahora, amigo, a soñar canciones viejas, sombras de la infancia, la suavidad del cuerpo de mi mujer morena, Los sueños que persigo, Terminator, me distinguen de ti, como un cangrejo aprende a distinguir su sombra, cuando el sol la ha estirado y la convierte en roca. 4. Uno. Dos. La madrugada se echó sobre tus hombros y tú (tres) (no lo comentes) te ves hermoso, ardiendo en su reflejo púrpura (cuatro) aproximando tu raíz al mundo, (cinco) con el cabello al aire y la respiración abierta como una flor de filamentos de silicio (seis) Y sin embargo, Terminator, no sabemos quién eres (siete) Desconocemos quién ha empujado tus pasos (ocho) para traerte ahora a este momento No entendemos en donde en la línea del tiempo (nueve) estás situado ahora Ni tu mirada logra atrapar el camino que te arrojó a esta mañana. (Diez) No sabes, Terminator, qué manos construyeron tus entrañas. Y no puedes decirme si este nombre que mi boca pronuncia es ciertamente tuyo o te ha sido impuesto por una voz más alta que no espera respuesta. Estás ahí de pie, tras derrotar la noche, tras dejar que se agoten los metales que en ella cobran forma (once) mientras termino yo esta serie de doce lagartijas. A ver si algo de ti se refleja en mi cuerpo. (doce). Y recuérdalo siempre Terminator, he soñado que yo soy Davis ; que crezco en el oído de los hombres y que tomo la forma de aquellos que me escuchan ; Yo soy Davis. Mi piedra es más certera |
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