Tarea

Bajo el más ortodoxo método sexista funcionalista desentrañaba el misterio de tu oreja sin más herramienta de estudio que mi lengua a leguas ansiosa desde plena clase

social de historia política y educada del viernes a las tres o cuatro orgasmos que se podrían vender tarde en una salivería puesta con nuestros ahorros de energía local cuando jugábamos a ser soles de barro colgados en la pared ajena a nuestros cuerpos la de enfrente venía a ser momento de indagar con conocimientos estadísticos sobre tu-mi pecho y establecer la moda de rayar los espejos con nuestros nombres colgados de la media resultante de quitarme la piel artificial de la pierna larga interminable que acababa rodeando tu espalda ancha como teoría nuclear según lo más avanzado de lo amatorio de la tecnología un domingo cualquiera excepto tú podría equivocarse al hacer la suma multiplicación de nuestros besos solo resta el sobrante y tendrás el coeficiente intelectual del guereguere de tu estómago pues te agitas sobre todo en busca de la verdadera mentalidad comercial del bote de cerveza al lado del buró fiscal y el vodka sobre tu barriga aterciopelada cortina de flores pasan por la ventana derecha de tu nariz hundida en el pelo y la almohada llena de olor bajo el más estricto y arriba de lo estipulado porque las religiones son sagradas tus piernas fuertes invadidas por una racha de inseguridades políticas índices metidos en cualquier orificio del sistema amatorio hasta el que se cuelgan los realistas toquidos de tu madre en la puerta de hierro junto con el petróleo a la baja el peine sobre el vello púbico sólo funciona si es calculo tomando en cuenta la recesión de caricias de los últimos tres segundos seguidos repentino jadeo de microeconomía racial durante la sudoración con don Kant you move quickly, please? o pis si es necesario para estabilizar el control líquido del Banco Mundial de tu vejiga contra nuestro amor mientras el café de tus ojos se enfría y la tarea yace esparcida en la alfombra azul que nos acoge esta noche económico-social.

Poder

Laura apuntó a Pedro con su dedo. Estaban cada uno en su respectivo auto, unidos por azar gracias a una luz roja. Sus miradas se cruzaron por secretos mecanismos en el momento preciso. Ella simplemente lo apuntó y sin decir nada deseó con todo su corazón que él nunca ganase un concurso, que la mujer que ahora era su sustento lo abandonara, que se volviera pobre y llegase incluso a sentir hambre.

La rabia pareció instalarse para siempre en su entraña cuando una especie de relámpago surgió entre los dedos de ella y Pedro.

El semáforo se puso en verde y Laura, encandilada, aceleró. Por el retrovisor vio que el auto de él se quedó parado en la esquina. Oyó el claxon de los de atrás y alcanzó a ver que algún conductor se bajaba.

Una semana después Laura tuvo un incidente desagradable con una mujer de su trabajo. Su boca permaneció apretada y nada más atinó a apuntar a la fulana con su dedo. El relámpago aparecido de nuevo y de la otra sólo quedó un puñado de cenizas y su descuidada cabellera.

Algunos testigos se alarmaron. Hubo gritos, llantos, carreras. Hasta que llegó el director y comenzó a dar uno de sus absurdos discursos, de esos a los que había acostumbrado a sus secretarias.

Laura lo escuchaba mortificada, pero cuando él comenzó a decir que la melenuda, ahora hecha pavesas, era inteligente, buena persona y excelente colaboradora, miró las caras del resto y se dio cuenta del alivio que les había ocasionado gracias a su dedo.

Así que decidió probar si podía dar aún más felicidad al grupo. Apuntó al director y éste quedó igual que la mujer: una especie de papel quemado y el cabello intacto.

Todo el personal se había reunido a su alrededor. Ahora todo era bulla y carcajadas, agradecimientos y aplausos. Laura sabía que había todavía un par de elementos nocivos para el desempeño del Departamento. Sin más, se deshizo de ellas. Luego envió una mirada de entendimiento a otro par que podrían correr la misma suerte más delante de no modificar su conducta.

Entre todos quemaron las cabelleras.

Una tarde pasada al lado de su amiga Luisa se enteró que Pedro también había desaparecido. Su auto en marcha quedó vacío en una esquina. Fue todo muy raro porque sólo había cenizas en el asiento del conductor. Ah, sí, y cabellos. Muy raro.

Laura sintió unas enormes ganas de que le hicieran el manicure.

Imposible

El ojo estaba en una habitación cerrada.

La puerta era gris, pero de un gris que en nada semejaba al que me encontré adentro.

El hombre abrió y entonces lo tuve frente a mí pero no me atrevía a mirarlo llanamente.

Era enorme.

Me preguntaba a qué tipo de ser podría haber pertenecido pues abarcaba todo el espacio.

Cuando por fin me sobrepuse al temor de estar frente a un globo ocular de ese tamaño, lo vi con cuidado.

Era un ojo, pero sin párpados ni pestañas, sólo una esfera con pupila e iris.

La sensación de que estaba muerto se desvaneció al percatarme que la pupila se contraía.

Era un ojo preso de la nada, sin lágrimas que lo lubricaran, sin cuenca por la cual moverse. Se resecaba sin remedio. No había manera de colocarlo en agua pues nadie osaba tocarlo ante la certeza de que se le perjudicaría de gravedad.

Un ojo sin escapatoria. Tenía mucho de humano.

El hombre dijo que la visita había terminado.

Cerró la puerta de nuevo para que no le lastimara la luz.

La luz, precisamente el elemento por el cual tenía sentido la existencia del ojo.

Nadie sabía cuánto tiempo duraría.

Era difícil predecir su muerte, pues para constatar su vida era necesario abrir de nuevo la puerta. Al abrirla, si había luz, lo dañaría, pues no tenía el párpado protector; pero sin luz, no existía otra manera de constatar el movimiento de su pupila.

Me trajeron aquí para que hiciera algo al respecto, para que tomara una decisión.

Lloré.

   
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