La salamandra vive en el fuego, tal como el pez vive en el agua, tal el ave en el aire, tal el hombre en lo profundo. Si un hombre desea contemplar a tan prodigioso animal, del que se rumora es una especie de gato, deberá enterrarse por completo, encender un fuego, sostener a un pez por debajo del agua, y agitar tiernamente a un ave, gorrión o lechuza, por los aires. Sólo cumpliendo tales conjuros podrá el hombre deleitarse con la aparición de la salamandra, famosa por la frialdad de su piel, tal que apaga el fuego que la crea. Su piel tiene usos industriales para cubrir a los que combaten incendios, también para recubrir recintos que, por su importancia, no puedan ser presas del fuego de vez en vez. Se cree que la salamandra solo tiene un color amarillento por todo su cuerpo, pero Plotino afirma que su mirada es tan azul como la de algunas mujeres del Norte. UNICORNIO En el mito de Alcestis, ella muere por dejar con vida a su hombre. De mujeres que puedan dar tal prenda sabemos poco. Del unicornio, animal pródigo en encantos, del que todos los cronistas coinciden es una aparición benéfica, sabemos algo más. Que su forma no es igual ni a los búfalos ni a los dragones, a pesar de poseer cierta cornamenta. De sus miembros, que no son en nada parecidos a los de los caballos, ni a los de los peces cuando colorean las cristalinas humedades de los meandros. Tampoco se parecen a los miembros de las aves, tan acostumbradas al poco peso del aire, dignos en el recamado de sulfurosas plumas. Sus cuerpos recuerdan a algunas serpientes, en algo a los manatíes (de quien Plinio desconfiaba su naturaleza femenina), en algo a los infantes del rinoceronte. Pero su piel es imposible de descripción, y su voz tan pura que ningún humano ha registrado la forma y duración de su canto. Pero sabemos que canta. Todos los prodigios cantan, al menos una vez en su paso por la tierra. En realidad nada sabemos del unicornio. Salvo que es de buen agüero. Poh Yun, cronista del señor de todos los animales sobre la tierra, rey de los cinco imperios, y temor de los nueve cielos, ha narrado singulares ocasiones en que el unicornio hizo su aparición en un poblado. La gente, desconociendo su estampa, ignorando todo de cómo deben ser los unicornios, mató al gentil engendro y devoró su carne trayendo desgracias sin fin a la tierra debajo de los cielos. Es posible que a nuestro lado dormite un unicornio, y nada sabremos relatar de sus encantos. |
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