Caza nocturna

a Toni Guerra
y su pintura

La noche va desatando el nudo de mi cuerpo. Poco a poco, lo conocido se diluye en una mancha sin orillas en la que me abandono como los marineros en el rumor del mar. La textura ha tomado el territorio de mi piel que ahora desconozco. Ya sin figura alguna de la cual asirme, sin brújula ni mapas ni palabras, algo de mí se interna en un tiempo sin tiempo. Los colores estallan. El azul va cobrando una presencia antes desconocida. No es un azul sereno, es un azul, cómo decirlo, al rojo vivo, un azul que sale de mi mano y va plasmando un caos en el aire. Luego el rojo ennegrece mi paisaje, pero las madrugadas que acontecen una tras otra en el traspatio de mis párpados, van formando un lenguaje de señales que sí, que aunque sin lucidez, comprendo de manera primitiva y esencial. Soy un toro, lo sé desde el principio, sé que un capote herido enciende unas hogueras amarillas en mi costado izquierdo, que he de bramar sin rumbo hasta vaciar mi cuerpo de esos predicamentos bebidos en la infancia. Ah, la infancia, ¿se parece este turbio navegar a ese otro de los juegos de niña? Sólo mis senos me recuerdan que he crecido, la línea curva que desmiente, el volumen frutal que pletórico asume la caricia del tiempo. De dónde vienen los otros personajes, los rostros pequeñitos, las escondidas figuras que en carbón me persiguen. Hay un bosque por dentro de la carne, yo juego a suspender sus miradas perplejas entre pliegues de humo y de ceniza. ¿De dónde el viento que desordena las copas de los árboles, las palabras que ya iban a formar los nombres, las claves, por qué quedan las letras inconexas como hojas usurpadas por remolinos grises?. Sé que hay un riesgo en la caza nocturna, pero no quiero despertar, me siento más segura en sus olores tenues, en los vertiginosos cambios de sus nubes deslavadas, entre las piernas fuertes de sus animales aullando. No hay compañía posible en este viaje, la intimidad me ha tragado en sus fauces, pero quiero cantar en cada lienzo esta verdad secreta y solitaria.

Las formas

Arden las estructuras desde sus siluetas.
Lloran su colibrí.
Extienden la morada paciencia de sus hojas
siempre lineales,
siempre buscando el centro en la nostalgia
o la nostalgia en el lagarto de sus puntas.

Picos tiene el bramido.
Lo saben las gitanas
que en el asiento del café
buscan su salamandra.

Es el orgullo de los cantos pardos.
El saber que la orilla de la roca
se mantiene infranqueable.
Que la nube es la única, perfecta,
prodigiosa aglutinación de los geranios.

Porque todo se funda. Así el erizo
y el colérico doblez de la serpiente.
Se mantiene en su sitio.
Se jacaranda de su propia imagen.
Se levanta en el parque de su grito.

Como si enmedio fuera una rendija.

Tira una piedra al agua.
Deja al perro sin Dios.
Quita el verano con su cola a la pradera
y encontrarás la forma.

Hélice (ver manuscrito)

Espiral

El misterio es un orden ascendente
que alguien traza sobre una vertical.
Así lo dice el árbol que en su tronco
lleva la inspiración de una verdad.

¿Alcanzarán sus ramas la morada
que el espíritu aspira?
¿Hay un fin en la fuerza que dispara
los cuerpos hacia el cielo?

La espiroqueta sabe que su forma
le garantiza un ciclo.
El código genético se enrosca
para decir que sí.
El caracol concibe su morada
para que el tiempo sueñe.

Es asunto de música esta vida
que crece sobre sí sin destruirse,
que va poniendo capas sobre capas
años encima de años,
anillos con anillos

Qué sabia la razón tan matemática.
Qué firme la pasión tan sin razón.

Va encabalgando versos
en círculos concéntricos
como los que dibuja
la piedra en el estanque.
Serpentinas de luz pronuncian su palabra
en el oscuro núcleo de todas las semillas.

Paso de vals que enlaza cada vuelta,
que termina y comienza y que termina
y comienza de nuevo la oración.
Movimiento que nunca se dispersa,
repetición de notas
que en su despliegue alcanzan
la escala superior.

La espiral es la forma en que la vida
puede seguir su pauta
y es también la figura en que la muerte
la obliga a descender.
Su dibujo ha escogido tu huella digital:
oleaje predecible es tu destino.

Espiral 2

Todo aspira a crecer
contra la sombra.
La vuelta y su regreso
anuncian otra curva.

En serpentinas claras
el código genético
pronuncia su palabra
en la semilla oscura
de donde nace el tiempo.

Verso por verso
va encabalgando
las circunferencias.

Y la piedra repite
en el estanque calmo
su secreto que gira
y está quieto.

Espiral 3

Quiere bailar sobre su propio eje,
trazar los círculos
que el infinito pide a sus criaturas.
Sabe que en su punto inaugural está el origen,
en su cuerpo la ruta de la vida,
en su extremo posible un único destino.

Lleva en su sangre un fuego que la quema.
En concéntricas curvas lo dispersa
para no consumirse.

Tú que tienes miedo a lo que cambia,
escúchala decir su libertad.
Porque es pasión lo que la mueve adentro,
lo que la hace crecer segmento por segmento,
cinta por cinta,
hasta lograr la forma
con la que Dios premió
a todo lo que evoluciona.

No es una loca que sin orden
dispare hacia el abismo su frenesí sediento;
una pauta la rige y la acompaña
porque su alma es la música,
el ritmo su sentido de existencia,
paso de vals para marcar el giro
que su espíritu anhela.

Tu corazón no puede con su magia,
con su alegre desdén de trastocarlo todo,
de irse de puntitas por el tiempo
sobre la cuerda floja de tus nervios.
Verso por verso
va enlazando el canto de su hazaña;
no es otra su palabra que la vida
que se suma a la danza de su acento.

No le impongas tus lindes;
si la espiral te atrapa en su delirio,
deja que crezca un árbol en tus venas,
que el tornado te lleve hasta la cima
donde estalle la luz de otra semilla.

Este poemario es resultado de la observación del trabajo en los talleres de Lola Lince, Ricardo Yáñez, Toni Guerra y Ricardo Delgadillo.
A ellos dedico este libro.
 

La autora agradece el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Sistema Nacional de Creadores.
 
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