Un breve comentario introductorio
A esta selección bien puede llamársele, en lo general, Metrópolis, un título homónimo al libro con que comienza este sugerido orden de lectura, al que le siguen Carcoma (Paraíso Perdido-Écrit des Forges, 2006) y Once poemas apócrifos. En la editorial filodecaballos está pendiente de aparecer un volumen de pequeños textos que fueron publicados semanalmente en El Informador, leídos como colaboraciones en Radio Universidad de Guadalajara y reunidos bajo el título De la música el silencio, de los que incluyo una muestra a fin de dar a este trabajo un margen más amplio de visión, un tanto miscelánea, más dos artículos recientes, uno que trata acerca de la locura del lenguaje, dado a conocer con algunas variantes en la desaparecida revista Parque Nandino, y otro, inédito, sobre el viaje abordado desde una perspectiva personal.
De Metrópolis:
Simple equivocación
Debieron avisar de este sol inoportuno
despotricando sus golpes en la puerta. Soliloquio,
poco se ha de saber, pues la carta
de identificación que me sustrajeron
vale lo mismo que contratar a un abogado: vueltas
de aquí para allá, con la libertad bosquejada
por la asfixia de un cuarto
que huele a plomo. Todopoderoso Estado,
bienaventurado pueblo, más que mi pánico, esta rabia
les suplica negar a tiempo que no han
visto mi rostro de frente,
si es que mi esposa, nulificada sin razón,
todavía puede albergar en sus ojos
mártires la estafa.
Dogville
El cielo aherrojado, emputecido
hasta las heces. Las casas subterfugios
mugrientas resoban la lengua
del incipiente literato que nunca ha
escrito (el fuego podrá borrar más tarde).
No un pueblo pequeño, no un topo
escabulléndose, el dolor es juez bajo
la luna mordisqueada, casi
rabia de ratas. Un perro ladra. Es
lo que sabe decir.
The War of the Worlds
Perseguidas, denostadas, hechas jirones
en medio de afilados rayos catódicos,
las moscas aprenden,
sin convicción, a alumbrar paredes.
Adaptation
Comprender he, a diestra sin siniestra premonición,
los altos voltajes de la sangre pausadamente difuminada
bajo la presión de quien está al borde
de la idea, el lado oscurecido del
área de Broca neurálgica
como una pistola, si continúo
ponderando puntos suspensivos donde ni necesario es,
una novela en aire delineada (hace falta
desinfectar ratas en las venas).
Versión de un encapuchado en Salem
Picas y verdugos
comienzan a esclarecer
paladares de
brujas.
Sólo
una palabra
callaron.
Si acaso,
despellejó sus labios: con eso basta.
Diatriba
Habrá que vomitar los piélagos de azúcar
amontonados sobre una mesa
anquilosada de cucharas inconsistentes.
La falsedad es lo que busca, soslayando el
matamoscas mientras cierra en contubernio
un ojo difícilmente. Tanta bochornosa
estulticia, leche tibia en el mantel enrojecido a cuadros,
ahogado bajo melosos ladrillos que avivan
los insectos. Poltronas
para turistas.
Brindis por dos ciudades
Digamos que desleídas, opacas, en el todavía
acorde a lo planeado por el quiste
al que cerebro llaman, apenas un par o poco más de siglos
en ayunas. No es por dudar,
bien lo sabe cada átomo de
este valle tremendo que asume el rencor en sus belfos
como una pequeña gripe
de mosca. Y no, no es por
fantasear que se lo digo. A trasnoche se aglutinan
soberbios disfraces llameantes, altavoces,
diuréticos
para los enredados en pasos largos
y ajenos. Será bueno
ponerse a descansar la brizna de piojos que traspasa
la médula de los huesos
mal paridos. Brindemos: gangrena,
atajos, megalómanos que toman la pistola
a fin de parecer valientes sin nunca
jalar del gatillo
sino cuando se propicie
la ventaja. A eso hemos llegado.
Salò
No es nada. La calle sin sustancia, sin cuchillo
que afile sus párpados.
Ahí está, tras la ventana, en el patio, tras
los gemelos y algunos compases goliardos, la intensa calma
.................................................................luciendo
las poleas de sus cuerpos torturados
como leves mariposas. El ojo se desprestigia, el
culo es un bebedero antes de la horca o una vela.
Un mudo e irresuelto Ganímedes atado a
la sorna
de las tres alegres comadres de vodevil:
a veces si a cuatro celebran la flor, el odio
dando de comer su casa a los perros.
Ah, entre camisas de fuerza más risueñas...
De un sabio samurai
Evita a regañadientes el sable
del honor que paulatinamente toma
lo suyo en el pecho ajeno, alevoso.
No es de risa forjar un trecho de alma
con turbio lodo, ni que corte pétalos
esta juventud de ensueño,
rodeada
de muerte
en floración. El amor y la misericordia
van de la mano de la sangre. Nosotros
únicamente sabemos
lo que nos conviene a esta edad.
Tribulaciones
Un chino en China corre por su suerte, ignora
la punta de la pistola en la esquina del día,
en el té de la tarde, en los ojos de un dragón
arreglándose las uñas. Va por Jinan, Xi’an, Suzhou
como si nada faltara al terror de ser comido
por sus propias palabras de desenfado,
entre huellas habidas de otro viajero más antiguo,
esquivando el sable certero
del aburrimiento.
Manieristas
Amorosos verdugos
alimentan ratas gordas y con rabia,
mientras meten flores en el culo
de los condenados.
(Enfilan con menguada prisa
sus estiletes
de delicada manicura,
pero aquéllos ya duermen con fervor
la siesta.)