La cordillera

León Plascencia Ñol

Hay mis ojos una extenuación,
una muralla de árboles,
esta calle de árboles rojos
que se queman por días y días en un lento incendio.


Ahora, frente a la montaña,
los pasos descienden.

Nubes
entre el frío y la lluvia.
Lo pensaste así:


"No es el duro fulgor
del mediodía, la detenida
promesa, el cansancio de dos,
el humo y la violencia
lo que te sostiene".

Quisiera que esto fuera un paisaje
de ojos heridos
por el trazo. Pero no es así.
Hay un tumulto de voces
que deberían estar ausentes.

La boca arde y me detengo
en las arenas de Dios,
en las alas de la gaviota de otro mundo.
Pero estoy aquí, observando
la Sabana y el viento,
la calle que se aleja
y el paso de las adolescentes extraviadas.



"Esta tarde pisamos
un pavimento oscuro bajo el cielo
con nubes. Es igual
decirlo de una forma o de otra; todo
lo que se piensa o se imagina, todo
es ilusorio"


En la soledad de este día, en los pasos de este día que son "pasos evaporados", en el amor que se consume, en la fisura de los días que sólo fueron días ilusorios, todo naufraga,
quizá podría decir:
"el día fue un ciruelo".
Pero esta calle de árboles rojos
ya se aleja.
No queda su imagen
frente al día, sólo se evapora.




Trozos de madera
por donde la lluvia irrumpe
con fuerza. Es un instante quizá
este fuelle repentino, venido
de improviso. El mundo
de afuera se fractura en líneas
horizontales. Las gotas golpean
en el pavimento. Quisiera decirlo:
la montaña queda a mis espaldas
perdida entre las nubes negras. Podría
extender mi brazo para tocarla
pero una muralla de agua me detiene.




Cantan
breves pájaros en este mediodía
y miro la ciudad inmóvil,
las tejas desleídas, el rojo ausente
de una mañana,
la claridad del cielo
otro cielo.

Aquí
veo el transcurso del ave
que va y viene,
la calle curva,
las ventanas cerradas y las nubes
bajas.

No sé de dónde viene
ese murmullo que me rodea.
Son voces fragmentadas, ruidos
del alcaraván y retazos de este mediodía
instalado en el gris.


¿Sabes de dónde viene esta fragilidad?


Las palomas juegan entre los techos,
se deslizan ligeras y van hacia el oeste.
Atrás de nosotros están los eucaliptos
y la cordillera. Un río minúsculo
que baja y se pierde, unos pasos,
un rumor de cosas ciertas.

Miro
tu rostro entre los árboles del jardín.
Es esa otra ciudad y otro el cielo
de un azul más próximo.


Entre una y otra gota, la ciudad se oculta
brevemente y renace.
Altos edificios
en donde el ladrillo sobresale.
Quisiera verlo así:
La mano traza
una circunferencia en el aire
y detiene
un puñado de imágenes.”


No es el frío, es el amarillo
que sale de sus huesos lo que daña.


Nunca te lo dije:
El color del corazón
es una mañana frente a las costas del Pacífico.”
Aunque quizá lo sepas
porque lo hemos hablado tantas veces.
El auto avanza entre las curvas
y es blanco el suceso.
Buscamos una playa.
Ahora lo veo tan claro. En realidad
lo que buscábamos era al otro.
¿Lo recuerdas?


Ardía tan sólo la costumbre
de estar así tan juntos, en la inmanencia
de dos, interminable el término
de la ternura asida al limo
de los cuerpos.

León Plascencia Ñol

México, 1968. Poeta y editor. Es director de filodecaballos, editores. Fue director de la revista Parque Nandino. Colaborador de periódicos y revistas de México, Brasil, España, Estados Unidos, Colombia, Perú y Nicaragua. Becario del Fonca en dos periodos y de la residencia artística otorgada por el Ministerio de Cultura colombiano y el Fonca. Entre sus premios se encuentran el Nacional de Literatura Gilberto Owen 2005 y el Álvaro Mutis (México-Colombia) 1996. Entre sus libros están Enjambres, F.C.E, 1998; El árbol la orilla, Canadá-México, Ecrit des forges-filodecaballos, editores, 2003, Apuntes de un anatomista de ciudades, 2006 y Zoom, Aldus 2006. Realizó con Rocío Cerón y Julián Herbert la antología El decir y el vértigo. Panorama de poesía Hispanoamérica 1965-1979, filodecaballos, editores, 2005. Está traducido al francés y portugués.

   
 | siguiente | regresar |