Mariana Bernárdez
El corazón se pierde en la bruma de la sirga y se azora del blanco de las nubes, del golpeteo rítmico del agua, del imperceptible sonido del batir de las hojas: reflejo del sol en los cristales cuando tu mano acaricia poco a poco su vaho: un dedo para acallar su dolencia, otro para explorar sus entresijos, el siguiente para medir la anchura de su pálpito y los dos restantes para sostenerlo. Mi corazón en tu mano.
Tu palabra deja una estela de luz Travesía de los ojos. Toco tu costado El viento arrancó en profecía lo que habrá de ser nuestro cuerpo. * el tiro certero de lo inquebrantable todo ausencia en el revés de lo ido para saber que sólo en la penumbra se comprende el juego del resplandor diafragma que descompone en su gravitar un prisma que rebasa la desmesura gravidez en reclamo de un vientre para alumbrarse pero apenas es un leve balbuceo de quien derrotado apura el cáliz del Leteo en bálsamo para lo maltrecho denuncia del tatuaje en cuerpo luminoso que deslava sus líneas para caer en la servidumbre de la palabra escrita. Silencio no de cuando el alba sino aquél que retiene el surgir de la voz para luego encarnarse en ella del que incendia y acorta el respiro semejando el cariz del desierto agua oculta en soplo furtivo o gota en miríada de algo que se anuncia aunque “algo” sea un desconocimiento * donde los pájaros de mi cabeza musitan cuando en soliloquio separan los visillos y en torrente de ascenso sus trinos silabean murmullos que desvanecen la geografía de lo que somos y se mecen en barca de mar calmo que pronto habrá de dirimir su suerte en el trance de la moneda al aire. * el cielo en vaho y la ciudad calla tensa mutismo que concentra dentro de sí el silbo de la tempestad Pasmo El contra-balance es la imagen de tu hermano reducido a un resuello dificultoso que yace con los brazos descubiertos Reparo en la brevedad insulsa de la materia (tanta alma no puede quedar aprisionada en cualquier momento se desprende) * dentro de él hay un dolencia cuya naturaleza no atina a demostrar y no resiste la lucidez que le sobreviene ante su chasquido * y aterida me pregunto si ambos se desgajarán a un tiempo de la rama. * ¿Y tú?, ¿estarás recorriendo el mundo en tren? ¿será mi palabra capaz de alcanzarte? La orilla estoy de cuclillas en su limo un poco vencida respirando para acompasarme juntando fuerzas para domar el miedo tratando de dejar a un lado la lanza ése equívoco entre tú y yo ése yo que cuando dice "yo" nos pronuncia a los dos Marasmo ¿quizá por eso hago listas interminables? ¿para no olvidarme hasta del olvido? Albea me in-corporo y siento el peso del alma ¿Acaso nos estamos naciendo? * sobre el sembradío de montañas Los titulares dicen que hay agua en la luna y que la ciencia avala el principio musical de las esferas ¿qué sería del alma sin el agua y sin el sonido? ¿cómo habría de atinar el camino de regreso? si es cuesta el movimiento de ascender o descender terminará por confundir el poco oriente que haya resguardado su memoria el alma y su tremar el alma y su fuego el alma y su fluir Veo la desbandada de su éxodo ¿dejaremos así de pensar? ¿cuándo en acrobacia el lenguaje se desnude? Las vetas del cuarzo son un jardín, en su centro un árbol, y más allá de su periferia, el ojo que mira preguntándose si es cierto aquello que sueña. En el árbol de flores moradas se posa un colibrí, detiene una fracción su tránsito. El ojo se siente apresado en su insolencia y atreve a salir de su cautiverio, pero la agitación y la fugacidad pueden más que la huida. Ojo en vuelo y ojo estático quedan así encadenados en el imaginario… Durante el anochecer insinúas que mis ojos traen polvo de otro desierto y carecen de la ventolera del futuro. Mira bien, te respondo, que no es ceniza ni borrasca lo que asoma en su eco, sino el púrpura intenso sojuzgado en colibrí. Ayer una catarina equivocó el aire, pendiente de sus movimientos recordaba las dos abejas, y antes las palomas que entraban a la casa, las ardillas, el gato…, un acervo inigualable para la ciudad, he creído que se acercaban para revelarme algún arcano, pero no supe traducir el sonido de su lengua…, rezo donde la fatalidad exime su sino, ¿ánimas atribuladas en consonancia con la mía? * ¿De verdad tienes ojos nuevos? Tus ojos reflejan otras lejanías otro mar y reflejan y reflejan ¿o titilan? * en filo de navaja crepuscular y la caligrafía dibujada por los guijarros al rodar Asómbrate ante el rumor de las preguntas que no habrás de proferir y de las letras resbalando en lluvia interminable movimiento que re/conoce nuestra mutua torpeza Mi temblor en ti. * anoto con frecuencia el término “temblor” para mostrar la encrucijada donde la desesperación hace muesca o el despeñadero de la imposibilidad ¿quizá fulgor que en su brevedad consuela el haber sido eternos? * te lo he dicho y no sé si al decírtelo presientas la profundidad la quietud del árbol en dintel de la noche. * de lo que nos une hacia adentro Estás en el roce de mis sentidos Estoy en la playa negrísima de tus pestañas Estamos en los labios atravesados por la duermevela del abrazo y en lo no imaginado por ti ni por mí. * todo lo que entrelazas al tuyo en un llamado diverso e impar gemido que se deslía en fuego cuando la piel deja de ser firmamento línea contorno Matemática incomprensible de una suma y una resta multiplicadas Misterio de la forma que se anuda más allá de su carne y su luminosidad al entrañarse en ciervo que escapa en punto de fuga Miro el desenfreno de su carrera y suplico a los dioses el no sernos náufragos el ser pronunciados en su bien-decir para esquivar el azote del puñal en vuelo. |
Mariana Bernárdez |
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