Marpa


Jorge Orendáin


La estancia

Más allá de mí mismo
en algún lado aguardo mi llegada.
Octavio Paz


1

Desde esta orilla rastreo mi origen. No me encuentro, estoy afuera esperando que el silencio me deje hablar. Me han dicho que el origen es la patria de los sueños.

Miro a los marineros inventar una brújula para dirigirse a otros mares. Entredigo dos instantes. Las palabras descienden, aroma azul su misterio. He perdido la ruta por estar despierto, por mirar el sol y su constelación de sombras. No siento el agua. Me aferro a la sed.

En este espacio la noche en viento se diluye. Cada sueño atesora un mapa. Quien lo descubre, amanece en otra geografía y no despierta. Estará solo. La música será su voz.


2

La vida nos ha heredado la tristeza. Inventamos una luz para reconocernos. Siempre es noche. Un grillo extingue su canto, muere en silencio. Queda la lluvia para hablarnos de otras eternidades.


3

Cada regreso nos deja una cicatriz. No hemos aprendido las lecciones del viaje, no conocemos sus ríos ni montañas, ni su arpa que toca una sirena. Somos prisioneros del retorno, sus eternos infelices.


4

La sirena desciende del cielo, anuncia la llegada de la lluvia, esparce su canto en la tierra, bendice a los ocho vientos, vigila los andares del sol, abraza el horizonte con su voz, revuelca las palabras en la arena, nos advierte la cercanía del río. Llora. De su arpa nace el canto de una bugambilia, su aroma es un pensamiento. La tierra anuncia un dolor.


5

Siempre hemos buscado otros lugares para olvidar nuestra desdicha, pero el horizonte se nos muere. Recuerdo la infancia. En la azotea sembré muchos juegos, dejé toda la mirada de niño que ahora no cabe en mis ojos. El tren hacía imaginar otros lugares, pero desde mi azotea nunca lo miré. El viento algo me decía de sus recorridos, de las estaciones recorridas y de toda la tristeza de su viaje. Una vez tomé la bicicleta y fui en su busca. La ciudad no habló de su ruta. Me perdí.


6

Desde esta orilla he visto una mujer navegar junto a los delfines. No me mira. Me tiene miedo porque cree que le quitaré los mares recorridos y los caracoles que la acompañan. En su viaje abraza al cielo y tiñe sus ojos con el azulverde del mar. Una vez percibí su canto; quedé ciego al ver sus ojos. Después, la escuché llorar. Dicen que me miró, pero mi ceguera la dejó ir. Para otros habita en otra tierra; sólo yo la encontraré.

Una noche soñé con ese lugar. Marpa es su nombre. Es un sitio donde el tiempo dicta su presencia, territorio ajeno a la mirada de todos. Su agua alimenta la lluvia, su cielo es distinto del que nos han inventado. Sus árboles sueñan el mar desde la raíz. Ahí alguien toca el arpa sin suspender un instante su música.


7

Marpa huele a esa mujer. Su tierra es esa piel que miraba desde mi orilla. Un caracol me dijo de su ruta. La seguí. Sólo escuché la música del arpa. Me tendí sobre la hierba. Dormí.

En ese sueño la miré de frente, pero era otra. Su piel era oscura y su cabello triste. Me habló despacio. Tuve miedo de su voz. Me abrazó. Se hizo agua. Mojó mis manos. Era ella, la que miré navegar junto a los delfines. La escuché cantar. Alguien seguía tocando el arpa. Después le pregunté su nombre. No habló. Miró la tierra. Tomó una rama de acebo y bendijo una rosa. Me abrazó. Se hizo aire. Desperté.


8

Desde entonces, Marpa me ha enseñado a no destruir los sueños, a inventar otras texturas y horizontes. Aquí el agua es mi territorio, mi reino de claridad. Una vez reinventé a mi padre, escuché su voz; jugué a ser árbol y a mirar la ciudad desde su raíz.

Desde aquí juego a soñar una palabra. Al despertar, viajo a otra geografía y veo la luz con una semilla. Su pequeñez me alcanza para describir la sabiduría de la tierra.


9

En Marpa puedo medir la distancia entre mis ojos y lo que pienso, distinguir la pulsación del viento y los colores de su viaje. Desde aquí he cantado en todos los idiomas de la naturaleza: he dicho lluvia y llueve; azul y las aves arriban a mis ojos.


10

Marpa me dicta nuevos evangelios, inventa otra ciudad, otros trenes con su hilera de recuerdos.


11

Marpa tiene un límite: el infinito lo circunda.

Jorge Orendáin
(
Guadalajara, Jalisco, 1967). Estudió la licenciatura de Ciencias de la Comunicación en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y la maestría en Literaturas del Siglo XX en la Universidad de Guadalajara. Ha sido profesor de literatura en el ITESO, Tec de Monterrey, Sogem y la Universidad de Guadalajara. Además, ha laborado como editor, locutor, reportero y coordinador operativo en diversas instituciones.

Es autor de los siguientes libros de poemas: Animalías (1994), Por demás la lluvia (1996), Telescopios de papel (1996) y Ciudad a cuatro ríos (1999). Aparece en varias antologías de poesía, tanto locales, nacionales e internacionales. Sus poemas se han traducido al inglés, esloveno, italiano y francés.

Actualmente trabaja como editor en la Editorial Universitaria de la Universidad de Guadalajara, coordina un taller de poesía en la Sogem y es miembro de la galería virtual Galí y del consejo editorial de Ediciones Arlequín.

   
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