En cuanto al estado actual de la materia, debemos subrayar
que será el prof. Cela quien consagre definitivamente
el término que dará nombre a esta disciplina. En
1998 publica el primer tomo mencionado de su Diccionario geográfico
popular de España, libro de introducción a
la dictadología tópica y en donde se recogen dictados
referidos al topónimo España y al gentilicio
español. En su concepción general la obra
se concibió con tantos tomos ordenados alfabéticamente
y numerados en romanos de caja alta como comunidades autónomas
tiene la nación española, más el referido
a las ciudades de Ceuta y Melilla y éste del que hablamos.
En el primer volumen, Cela nos introduce en el concepto de Dictadología
tópica, nos aclara los términos de refrán,
adagio, proverbio, aforismo, apotegma, máxima, sentencia,
cantar, topónimo, seudotopónimo, gentilicio, paragentilicio,
seudogentilicio, y nos habla del plan general de la obra para
dedicar una segunda parte al topónimo España.
También tenemos que hacer mención de la tesis doctoral
que Pilar Cruz Herrera llevó a cabo sobre la dictadología
tópica de las comunidades Autonómas de Madrid y
Castilla-La Mancha (9) en el año 1997, y por último,
la más reciente investigación sobre el tema es
la tesis doctoral que un servidor llevó a cabo bajo la
dirección del Prof. Cela con el título La formación
de gentilicios, seudogentilicios y otros dictados tópicos
de la provinciad de Jaén, y que está en imprenta
para su inmediata publicación.
9 Cruz Herrera, Mª del P.,
La formación de gentilicios, seudogentilicios y otros
dictados tópicos en las Comunidades de Madrid y Castilla-La
Mancha. Universidad Autónoma, 1997.
Como vemos, la Dictadología tópica bebe, pues,
en parte fundamental del folclore (10), entendiendo esta palabra
desde su propia etimología como "conocimiento del
pueblo" o "saber popular (11)", y ese saber popular
adquiere forma a través, por ejemplo, del propio refranero,
que apacerá enmarcado de igual modo dentro de nuestro
campo de investigación, pero ¡cuidado!, no todos
los refranes, ni por extensión todas las coplas, chascarrillos,
cantares... etc., nos valen para nuestro propósito, como
adelantábamos con anterioridad, tan sólo los que
mencionen topónimo, seudotopónimo, gentilio o seudogentilicio,
explícita o implícitamente (12).
10 La palabra folclore es sajona
y compuesta de las dos voces Folk, que significa gente, personas,
género humano, pueblo, y Lore, que significa lección,
doctrina, enseñanza, instrucción, saber. La palabra
Folk-Lore, por tanto, equivale a lo que en español llamaríamos
el saber de las gentes, el saber popular. El origen histórico
de la palabra folclore se halla tan bien conocido como su valor
etimológico y merced al ilustre secretario de la Sociedad
inglesa, Mr. G.L. Gomme, podemos precisarlo perfectamente. La
palabra folclore en la acepción en que hoy se emplea en
todo el mundo culto, fue usada por primera vez en el número
correspondiente al 22 de Agosto de 1846 del periódico
The Atheneum, por Ambrosio Merton, bajo cuyo seudónimo
escribía por aquella fecha el iniciador del folclore en
Europa, Mr. William J. Thoms. Posteriormente, en la revista inglesa
Notes and Queries, análoga a la que dirigió en
Madrid D. José María Sbarbi con el título
de El averiguador, se propuso por vez primera la formación
de la Sociedad del folclore, establecido en Londres en el año
1878.
11 Debemos advertir que el
vocablo "folclore", a lo largo de la historia, acabó
contaminándose de otros valores, por ejemplo de los "Folkgeist"
o "espíritu" de un pueblo, para finalmente remitir
en el momento actual a un concepto difícilmente precisable
que escribe Zumthor, a menudo se limita a vagas características
regionales más o menos turísticas. La denominación
global "cultura popular" no resuelve las mencionadas
indeterminaciones. Esto nos conduce a la cuestión de la
influencia de la cultura sobre el lenguaje. Aunque fue Whorf
quien llamó la atención sobre el hecho de que,
de alguna manera, era la lengua la que configuraba la experiencia
humana, no es menos cierto que una vez determinadas las estructuras
básicas de cada lengua y ya en un nivel superior de creación
lingüística, es esa experiencia del mundo real, particular
de cada zona, es decir, la cultura propia, la que influye y deja
su huella en las manifestaciones lingüísticas de
una comunidad. Todo ello nos lleva a la siguiente conclusión:
el pueblo, poseedor real de esa cultura popular que le es propia
-empleando cultura popular en la estricta acepción que
acabamos de explicar, y que la lleva incubando desde el inicio
de los tiempos-, es el referente obligado del dictadólogo
al que deberá recurrir para obtener de él los beneficios
de su saber.
12 La referencia implícita
puede ser estática (si alude a la tierra) y dinámica
(si alude al hombre); ambas, a su vez, pueden ser parciales,
o lo que es lo mismo, en ambas se admite el no señalamiento
de unidad geográfica sino de elemento que coadyuva a su
presencia: una fuente, un paseo, una calle, una ermita...etc.
Aquellos quienes hasta ahora habían dedicado sus estudios
a cuestiones folclóricas no otorgaron la importancia que
creemos que posee este interesante estudio que relaciona la geografía,
la lengua y el folclore por una parte, con la propia historia,
sin que esto quiera decir en modo alguno que los que se han encargado
de estudiar la paremiología y otras manifestaciones del
saber popular no hayan recogido algún dictado tópico
de carácter geográfico e histórico. Así
pues, nuestro verdadero propósito como dictadólogos
será la recogida, tratamiento y estudio de todos esos
dictados recogidos en cada una las diferentes entidades singulares
de la zona geográfica elegida para llevar a cabo nuestro
estudio. Serán precisamente esos representantes obreros
repartidos en cada uno de los pueblos, aldeas, haciendas, cortijos,
caseríos, etc., -que nosotros vamos a denominar con el
tecnicismo de entidades singulares de población-
los idóneos informantes que se han de buscar para llevar
a cabo nuestro propósito en esa continua búsqueda
de manifestaciones lingüístico-folclóricas
con carácter tópico. Hemos de tener en cuenta que
allí donde haya siquiera un rústico español,
habrá sin duda conocimientos, sentimientos y deseos, que
lejos de encontrarse manifestados con carácter impreso
más bien perviven en la boca de quienes los poseen adoptando
multiplicidad de formas, ya sea de cantar, de chascarrillo, a
veces jocoso, de refrán o de frase significante, que son
las formas de expresión que el pueblo entiende, que el
pueblo utiliza y que a nosotros nos importa conocer y traer a
la vida, porque éste será precisamente el objeto
de nuestra disciplina y objetivo de nuestra disciplina, siempre
aplicando una metodología que debe constar de los siguientes
pasos:
a) Para recoger todo ese material dictadológico se ha
de proceder previamente a la elaboración medida y estructurada
de un itinerario que nos permitiera recorrer todas y cada una
de las entidades singulares de la provincia, motivo de nuestra
investigación, en un período aproximado de tres
años, aunque esto, evidentemente fluctúa dependiendo
del número de entidades de población que pertenezcan
a su jurisdicción.
b) A continuación se ha de enviar una circular a los alcaldes
de los distintos municipios o en ocasiones un fax o correo electrónico,
etc., en donde se anuncie nuestra visita y se explique detallada
y minuciosamente el motivo de la misma así como la exposición
explícita de las cuestiones que se pretendan efectuar
a los informantes, quienes deberán reunir una serie de
perfiles: el primer requisito que deben cumplir será ser
mayores de sesenta y cinco años, ya que las personas de
esta edad son las más idóneas para aportarnos la
información que se pretende recabar; las zonas de reunión
que se habrán de proponer como más adecuadas, serán
los centros de jubilados del pueblo, si los hubiere, o en su
defecto las asociaciones o lugares de encuentro para personas
de la tercera edad. Todo ello se deberá confirmar telefónicamente
uno o dos días antes de la fecha de nuestra anunciada
visita.
c) Una vez reunidos los informantes, podrá ocurrir que
los allí presentes mencionen el nombre de alguien que
se encuentre ausente pero que podría ser poseedor de esos
conocimientos que andamos buscando, así que, después
de rellenar nuestros cuestionarios con los que hayan tenido oportunidad
de asistir, deberemos ir a la búsqueda inmediata del resto
de los informantes aludidos.
d) A todos nuestros informantes se les ha de someter a la misma
tanda de cuestiones, siempre preguntando a viva voz, y recurriendo
a un cuestionario establecido. El formulario en cuestión,
que siempre se ha tenido en cuenta para tal propósito,
responde al modelo de las encuestas elaboradas por el prof. Cela
durante los años 70 que dirigió a los carteros
y que constaban de los siguientes apartados:
1. Gentilicio o gentilicios de esta
entidad singular, que formularemos así: si los de Madrid
son madrileños, ¿los de (topónimo del lugar
de la entrevista) son...?
2. Seudogentilicio o seudogentilicios
de esta entidad singular: A los madrileños les apodan
con los motes de gatos y ballenatos, ¿saben ustedes si
a los de (topónimo del lugar) les llaman con algún
otro además de (gentilicio).
3. Seudogentilicios de otras entidades
singulares colindantes o cercanas.
4. Dichos, frases, refranes, coplas, chascarrillos...etc,
referentes a esta entidad singular o a otras cercanas.
Ésta es, pues, la base de nuestro cuestionario, cuya
fórmula, lejos de presentarse como algo cerrado y formal,
se podrá prestar a modificaciones puntuales y oportunas
sobre las cuestiones referidas, siempre de forma metodizada y
con una unificación general que hagan homogéneos
y comparables los datos recogidos. Creemos que tal y como apunta
Nieves de Hoyos Sancho (13), "a pesar de los inconvenientes
que presentan generalmente los cuestionarios, son éstos
no sólo útiles, sino imprescindibles para la recogida
de datos [...]." Los inconvenientes a los que se refiere
de Hoyos son varios tengamos en cuenta que existe un ridículo
temor, por parte de los encuestados, de ver en ellos o en alguna
de sus preguntas intenciones policíacas o fiscales, de
las que toda persona quiere librarse, y si los informantes son
de una cierta edad -como sería en nuestro caso-, con más
motivo. Otras veces no se contestan motivados por una excesiva
modestia, por pensar que sus respuestas van a ser vulgares y
faltas de interés; no en pocas ocasiones en nuestros itinerarios
por diversos pueblos de Jaén, cuando pedíamos que
nos dijeran esos chascarrillos jocosos que aludieran al pueblo
o a sus habitantes, solían decir que no sabían
ninguno y que los que sabían no lo decían porque
quizá el dictado tópico pudiera contener un cierto
aire pícaro y apostillaban que eso no era lo que andábamos
buscando, cuando precisamente sí era el material idóneo
por mencionar algún gentilicio o el topónimo de
la localidad, por eso, para conseguir nuestros fines, se necesitaba
una cierta disposición psicológica que creara una
situación cálida que hiciera propicia la contestación
a estas preguntas. También recurrimos a la grabadora,
pero si ya se observaba ciertas reticencias a la hora de contestar
a los cuestionarios, mucho más desconfiados se mostraban
los informantes cuando además había un aparato
por medio y decidimos que la mejor forma para recoger aquello,
motivo de nuestra búsqueda, era la formulación
de preguntas a viva voz y escribir las respuestas allí
mismo y delante de quienes nos las aportaban.
13 De Hoyos Sancho, N., Revista
de dialectología y tradiciones populares, tomo I, cuadernos
3º y 4º. Madrid, 1945. |
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