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Poemas de la Rivera Izquierda compilación El pez será una ausencia cuando ya no lo nombren, cuando no puedan verlo las arañas ni se le dé por muerto en algún nido. El pez será el asombro
que se finja cuando, al ir al zoológico, en la sección
de historia se le mire disecado, encima de una ficha: pez, extinto. Más de alguno dirá que él sí lo conocía: era dueño de un par de poderosos alerones, cubierto con escamas de metal, y en la punta del cuerpo, en el timón de mando, una cortina de humo ensombrecía su avance. Y otro dirá que no, que el pez era un enorme rascacielos, especie de pirámide de vidrio y argamasa, en donde los muchachos escondían las monedas robadas a sus padres. Y una anciana, gloriosa, (lo que denotará su estirpe y sexo), abrirá los olanes de su blusa, desarmará su torso y enseñará en la aréola rosada del pezón, el cuerpo inconfundible del pez en sus costillas. Y ella no dirá el nombre que una vez fue la herencia del agua, no dirá que malagua fue un invento de ancianos y que no existe otro animal que el hombre... Se quedará desnuda, tan pez como hace ya muchísimo estuviera, al acecho de un nuevo golpe de años que la conduzca al agua. La mujer, enmedio de la burbuja de aire surgida de su aréola, beberá de una vez lo que una vez dio a su hijo, se enganchará por siempre en su anzuelo de madre y morirá tranquila, atravesados los labios por un beso, los ojos de un crepúsculo blanco, y el corazón partido en dos por una gota de agua. Y los desconocidos se dirán entre sí... «Era la ungida.» Ella, en la agonía del pez, convulsionada, negará con los ojos. Todo eso fue mentira. Sólo hay algo que de ella va a decirse sin que el hombre recele: la mujer era el pez. Siempre lo ha sido. Mas los hombres esperan, porque habrá de llegar de algún sitio del hombre la migala. I El brillo de tus ojos en la delicada alegría del mar, tu voz erguida como un reino de acacias y señales. Tú bella siempre mojabas tus pies inaugurando la resolana de ese día. Cantabas al oído de la tormenta una melodía aprendida cuando niña ¿Eras la muchacha que protegía con el calor de sus brazos a esos asombrados niños por el mar? En el jardín de los deseos bastaba tu mirada para que creciera como un relámpago el refugio de tu nombre. Como un diálogo de encendidas sonrisas así era la caricia que dejabas en el rostro del que jugaba con la arena. No importaba te preguntas el oleaje enfurecido y los pelícanos que buscaban un poco de dicha en su regazo. Porque aquél lo sabes bien era un feudo tan bello como el aire. II ¿Dime si tu voz existe como el eco del aire en las tibias islas de la infancia? (1973-1980) Te gustaba plantar semillas, No quiero pensarte Hasta que un hombre y una mujer tomen por residencia las huellas de sus antepasados. Hasta que posteriores al instinto primero se trasciendan de peces e inevitables pájaros. Hasta que ungidos de alma vivan fundamentales cada respiración, cada grumo de piel... Si doblegados por cargas invisibles pagan con la moneda de sus actos, si divididos vuelven a amasarse en el lodo... también será posible que jardinero y tierra conquisten la semilla y que juntos anulen la vieja profecía. Aquí la historia revierte su sentido, y el polvo milagroso que compone los cuerpos polvo de cada tiempo en que mujer y hombre rasgaron el espacio- derretidos de espanto, regresa a sus orígenes, donde los corazones eran mitad impulso y mitad alacena de cantos. Alejandra y el mito. El Jardinero y una escalera a Dios. En ellos imposible viento y hoja- que prenda la raíz, pues otra es la humedad que los moldea. Todavía no se anulan las heridas que crecieron despacio, en él, cuerpo de viaje, en ella, hogar terrestre. Porque también volver al corazón sinnúmero agranda los jornales del perdón y la culpa, y en las cifras de estiércol se suman las promesas del maná. A la luz de esa historia la fe de los mayores se agiganta donde crece un vigía. Sobre los dos, sustancia, se traza nuevamente el círculo del mundo que devendrá materia en verde y gris. Un pez me dijo del río
cosas largas y tremendas. Un pez me dijo del mar cosas
anchas y tremendas. Un pez me dijo del hombre cosas
largas, anchas Una vida me dijo del hombre cosas
largas, anchas, Para José Riaño. Un abismo es recuerdo de suicidios
posteriores. La noche se divide en este cuerpo que cae y la parte. La fractura queda suspendida como una flecha que no determina su comienzo ni destino. Una flecha ámbar abre su cara. Las sombras se vuelven lunas negras en el aire. Una lámpara. Una raíz sucumbe bajo tierra. Una mano sucumbe bajo tierra. Unas piernas. Una espalda sucumbe bajo tierra. Unos párpados. Pestañas, cejas, frente. Una voz sucumbe bajo tierra. Una piel sucumbe. La tierra. La tierra escribía en su gesto sombras indecibles. Lodos apartan palabras de su boca. Ya no se nombra dios desde sus uñas. Se nombra solo. La noche es eterna para que quepa su nombre desde ahora. Para que quepa su nombre, que todas las bocas no bastan: falta una que sucumbe bajo tierra. FRAGMENTO Es la muerte infiel la que les
deja El río es un verbo es el río una estación es el río una columna eso es el río eso es el río Segunda parte La voz traga polvo. La
voz no ha llovido. Tú eres la voz. |
Jacky Santos Da Silva Cursó la maestría en letras modernas francesas en la universidad de Orleáns. Desde 1972 se desarrolla profesionalmente en la Alianza Francesa. Ha sido director de las Alianzas de Lima, Perú; Medellín, Colombia; San Francisco, E. U, y en México. Creó el TAF (teatro de la alianza francesa), ha dedicado buena parte de su tiempo al teatro. Entre las piezas que ha interpretado destacan "La Cantante calva" de Eugène Ionesco, "El avaro" y "Las picardías de Scapin" de Molière, etc... Como director teatral se ha especializado en los montajes de Molière: "El enfermo imaginario", "El medico a palos"; además fue codirector de la comedia musical "Emily Jolie". Es cotraductor del poemario, junto a Gabriel Martín, "Des(as)cendencia/Des(as)cendance" de Luis Armenta Malpica (Écrits des forges-Mantis editores, 1999).
Gabriel Martín Quiroz. Desde 1990 se dedica a la promoción cultural. Fue director de enseñanza artística para Secretaría de Cultura. A partir de 1997, se desarrolla como Director de Actividades Culturales de la Alianza Francesa de Guadalajara. Diplomado en Literatura por la Asociación de Autores de Occidente, de la cual es socio fundador. Ha traducido al francés el poemario "Des(as)cendencia/Des(as)cendance" de Luis Armenta Malpica (Écrits des forges-Mantis editores, 1999) junto a Jacky Da Silva, "Esta desnudez al rojo blanco/Cette nudité chauffèe à blanc" (Mantis editores-Écrits des forges, 2000) de Éric Roberge, junto a Luis Armenta Malpica, y la novela "Xochiquetzal" de Jim Bayard. Su libro de cuentos "Ellas y no siempre el espejo", aparecerá próximamente bajo el sello de "Mantis editores". |
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