Paula Alcocer

PERO ESO FUE EN OTRO PAÍS

(Fragmento)

A veces,
en esa anónima región crepuscular
- teatro de fantasmas o Carmelo al paraíso -
entre el dormir sin sueños de una indefectible
práctica de muerte y el azoro repentino
de fría, descarnada lucidez
- mitad videncia o realidad a medias,
reveladora de quimeras y acertijos -,
un insidioso, monocorde rumoreo
de pronto emerge; un flébil salmodiar
de exequias invisibles; sibilinos
bisbiseos de exasperados labios como breña
de ortigas y rastrojos quebradizos
o gutural jadeo de resaca;
contrapunto de turbiones enemigos
y rezongos de escollera y arenal
péndulo de marejada y turbia
sobrehaz de féretros y altares sumergidos.
Como en luctuosa estancia un implacable
son de aserradura, de carcoma secreta
ecoíza quejas de sudarios amarillos
que un viento inexistente desmorona
en leves, inasibles remolinos.
Un instante, de pronto, singladura
de ráfaga o zarpazo inmensurable
de un moroso escalofrío.

Jorge Souza

LOS AMANTES ANHELAN LA PENUMBRA

Los amantes anhelan la penumbra,
el ámbar de los cuerpos en el encuentro a solas.

En sus patios el viento traza caminos nuevos,
les arranca la sombra
para que alcancen el tiempo que se escapa.

Los amantes despiertan con sus manos floridas
los dones de la carne,
el placer que amanece en los bosques del tacto.

Beben el vino azul que les entrega el alba
en cuartos de silencio.

Tras sus párpados abren los cristales oscuros.
Se asoman a la piel, ellos la habitan
con su victoria y su derrota a cuestas.

Y caen, caen sin levantarse,
sin mirar hacia atrás, sin detenerse.

Beben del agua negra de la vida.
En las ruinas descubren los viejos ríos de luz.

Alex Slucky

Nuevamente el viento de las transmutaciones
nos permea.
Iré a otro sitio llevado por el aire
confuso y silbando
mi canción de náufrago.
Pero quién dijo que el barco era el único puente
entre el mar, el misterio y lo lejano.
Lo inmanente respira como un lobo
sobre el mono de la circunstancia
le devora a gritos
le descarna su piel incontenible.
Y el mono cambia para volverse Muerte
y la muerte roza dos gotas de aliento
para reestructurar
la piel del Nuevo Mono.
Un mundo nos espera tras el sitio
donde el huracán se gesta o bien desaparece.
Una confianza insólita ante el mundo
que desgrana en confusiones.
Aparece el hombre detrás de la pregunta
con un rayo en la mano
astillándola de luz y entendimiento.
La ira también se desplaza hacia otra parte
queda el paisaje limpio
el hombre de lo permanente intacto.
Dios se escucha a lo lejos
viene sin prisa cabalgando
y galopa el Universo.
Nuevos giros de códigos sin tiempo.

Agustín Labrada

Antes veía los astros

Detrás de nuestros vidrios todos acertamos
la doble faz de las épocas.
Pienso en el destierro dentro del mismo anillo,
la reconciliación que siempre nos visita
cuando ya hemos soterrado la confianza.

Antes veía los astros en las caras vecinas
y aquello que nombré alegría
era una tela que no logró velar su gran miedo.
También yo tuve miedo a la costumbre,
sólo pulsé mi audacia
y murmuré en blanco y negro imágenes de lo perdido.

Jamás aprenderemos que perder
es regresar en la neblina a los orígenes.
Ya arriesgué lo más puro,
no festejo los remordimientos,
no quiero traicionarme frente a tanto infinito,
quizá sea el extranjero que no encuentre su casa.

Norma Quintana

ESPLENDOR DE LA CAÍDA

Como tránsito a ciegas, o caída, la soledad aproxima al infinito.
A cada trecho el ángel va derramando
jirones de luz, su propia savia,
memoria dispersa, pájaros en fuga
y leves flechas que tiritan al borde del olvido.
Nada podrá salvarlo ya, ni el mismo sueño
donde rasgaba el aire su canción
delgada y vulnerable
aventando a su paso gacelas como peces
y silfos de ojos presurosos.
Festín del delirio, su rodar conduce a la desnudez
de los desiertos.
No hay gloria en la pérdida,
sólo lentas plumas que arrastran consigo lo pasado.

Cae el ángel
y llama a las puertas de una ciudad
abandonada...
Y luego sólo el aire.

Mario González

Para Jorge Luis Borges

Remiendo la luz
y lo quemado de la noche;
avanza el agua, avanza,
la herencia es el hombre,
la tristeza
el cascarón de un ángel;
el hombre fue la inquietud del mar,
un anfibio inevitable lo dijo:
“es él
el breve”

No hay duda,
el cuerpo es un péndulo, un casi insomnio,
algo es la memoria,
algo como la misma muerte de los amantes,
algo que se hunde,
y que al hundirse
la luz de los faroles descabeza a los pájaros,
y afuera el hombre,
el silencio supone que la luna y las sombras se aman,
por eso al encender un fósforo
el cielo es blanco,
como la inútil muerte del hombre;
el hombre se pertenece
y no hay sino otro hombre que lo soporta.

Luis Medina Gutiérrez

DEVOLVER EL AGUA

Un recuerdo es tanto
y nada:
un balneario
me visita con su larga capa de agua,
su máscara azul,
su brillo de ojos transparentes;
su gente brotando
en un charco de cielo.

Es todo y poco:
con la miel en su espalda
y una colmena de manos,
la muchacha le muestra la luna al sol.

Jorge Orendáin

NIÑA EN TRENZA

A Seira

Imagino tener una hija
que pasa los días aunando el viento
con su trenza.

La veo arremedando con sus ojos
los colores del arco iris
y trepándose en un columpio
con la luna entre los brazos.

Ella es como una niña cualquiera:
llora cuando la noche se inunda en su mirada,
ríe cuando un sueño le rasca la imaginación,
está sola como yo sin ella en este momento.

Imagino tener una hija
que me cuenta de los días que no existen,
de las tortugas que vuelan en el mar,
de aquel poema que no puedo escribir.

Esa hija me invade la memoria,
pasea por mi sangre,
grita por la existencia.

Zelene Bueno

SOMOS UN CRUCERO

Un sax muere al nacer un puerto en la línea del horizonte
Tú eres el aire que exhala el vaivén de la madrugada
Yo el impulso que inhala el naufragio de la vela

Los dos, tempestades que se fugan
en la boquilla que jazzea este crucero

Culebra reñida de sonidos serpenteada por el agua
alfabeto de peces incrustados en la red del mar
palabras sin timón en la corrosión del ancla

Nos dibujamos ilusiones en el Atlántico del otro
olas gigantes en el eje imantado de la brújula
no avistamos el huracán exasperado
ni la suave marea huyendo a otra parte de la sed

¿Zarparemos otro crucero con el mismo jazz?

Patricia Velasco

II

El aire dice tanto, que lo sabe
llega del norte
basta sentirlo con la luz apagada
si necesito hablar con alguien
hablamos de casi todo
ordenamos las partes del día
a la luz de la luna que me corresponde
es fácil reconocerlo al cerrar los libros
y apagar las lámparas
en él todo es cierto
su caricia trasciende las manos
pero hoy su tono era distinto
una voz empalmada con la suya
voz primera que se agranda en el pecho
vino a desarmar la rutina
supe que venía por mi nombre
a devolver palabras que me dije
y quedaron en rincones sin eco
ahora qué hago con la voz
cómo la distingo
no puedo darle vida ni con letras

Rafael Galeana

EL FIN DEL MUNDO

Por un momento imagino el fin de toda luz:
todo el día y toda la noche arden diminutas gotas de fuego
los últimos rayos del sol brillan en las cenizas de la frente del mundo;
las cortinas de metal se van cerrando con el estrépito del cansancio
hombres y mujeres caminan aprisa hacia los paraderos de autobús
cúmulos de gente avanzan con el viento
las risas se apagan en los rincones donde las parejas se acarician.
Son las ocho de la noche y la ciudad avanza irremediablemente hacia las penumbras
pero nadie corre, salvo algunos niños que juegan a matarse;
éste es el único fin del mundo.
El silencio recupera su lugar entre las cosas de los hombres.
Eso es todo. Apago la lámpara.

Algo permanece entre el polvo y las pupilas:

dos puntos de luz laten desde mi reloj despertador.

Sobre la mesa de madera están los cuadernos del día
los afilados lápices, la goma, los recuerdos engrapados a viejas fotos;
alguien pregunta en voz baja por la naturaleza de las cosas, hoy el mundo simplemente está ahí, suspendido, esperando el amanecer en silencio.

Después del fin del mundo quedan suspendidas en una hoja blanca
las oscuras palabras de la resurrección.
Sabes que es la antigua luz del día lo que mañana verán nuestros ojos.

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