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Agua de vida es la luz
que hiende el envés de mis pupilas
-desazón de la sombra.
Hoy se incendian los verdes
en las cruces ajadas
media una estrella a gotas sobre el día
todo es profundo humor de hierba que resurge.
Es la hora de Dios
donde la tierra era un pulmón inerte
Es canto del juglar sobre lo creado
agua crecida que encontró su cauce.
Disminuyen los íncubos
y nítida, la imagen
cobra su dimensión de espejo.
El orden es establece sobre el caos.
Pulo la piedra que antes
destrozara mis dedos
me sumerjo en el mar
donde me ahogaba
infante me recobro
acorazado el balbuceante paso.
Nada era mío.
Nada será mi casa
mi posesión tribal.
No lo supo mi padre, ni lo creyó mi abuelo
y hoy, en susurro
a diario lo repiten:
nada te pertenece.
61
Mañana vendrá un poema
el que quise escribir definitivo
el que amo más que todos
los escritos
en aire y en madera
los propios, los de nadie
los cumbre, los abismo.
Vendrá un poema
o un vacío
o una mirada encima de una llave
un nombre que escasea
una varita de virtud.
Y siempre será el mismo
y uno solo
y todos los poemas
que se escriben mezclados
del negro al amarillo
del acierto al desliz.
Se hará dentro de un cuerpo
igual que se cocina esa tarde de otoño
sin pasado ni olvido
tirando de su lengua un invierno implacable
mordisqueando sus uñas en sepulcros.
Se leerá de rodillas
se le ungirá de nardos:
un minuto en el fuego
un milenio en la nieve.
Y volverá maíz llorado
piedra en vilo
mi poema
mi vid
mi azúcar limpio. |