"Pinto como otros escriben su autobiografía." Picasso.

Primera parte: El autorretrato tradicional: la imagen de sí mismo

I. La imagen de la juventud: la voluntad de afirmarse

A. La época de formación en Barcelona y París

Antes de empezar el estudio de los primeros autorretratos, cabe decir que en el caso de Picasso es imprescindible relacionar el itinerario artístico con la vida íntima. Los autorretratos de principios de siglo, hasta el periodo cubista más o menos, siguen cronológicamente la evolución artística de Picasso. Los autorretratos son los testigos de las etapas de su pintura; podríamos denominarles "autorretratos de juventud" por las características comunes que tienen. Representan una primera fase en la cronología de los autorretratos de Picasso. El personaje pintado, protagonista de la escena tiene los rasgos del joven Picasso, no tenemos ninguna duda de identificación. Se pinta, tomando su rostro como referente del cuadro. Esta cara de la juventud artística encarnada tiene como característica común el tratamiento específico del peinado, de la indumentaria y de la mirada. Veremos que encontramos estos detalles varias veces en los autorretratos de las diferentes etapas de su obra. En la primera parte de nuestro estudio analizamos la imagen de Picasso en los autorretratos de juventud, claramente orientados hacia cierta voluntad narcisista de afirmarse.
Los primeros cuadros en que Picasso sé autorepresenta surgen mientras está en Barcelona, en plena época de formación psicológica y artística. Hemos escogido tres primeros autorretratos expuestos en el Museu Picasso, en Barcelona, que era entonces la capital española, hasta europea del modernismo y de una intensa actividad artística. Interesan estos cuadros por el tratamiento psicológico del personaje que parece, por su mirada, desafiar el nuevo siglo XX. Reaparecerá también en otras ocasiones, y específicamente en los años de formación, esta impresión de reto para consigo mismo y para con el mundo artístico. A los quince años, ya ha adquirido cierto sentimiento de independencia y confianza para consigo mismo y para con su arte. ¿Pero cuál es la imagen que da a ver entonces?

Estamos, pues, al final del siglo XIX, en una época en que, aunque el oficio de pintor está reconocido en tanto que estatuto social, el artista conoce dificultades materiales. Barcelona, a finales del siglo XIX, era como una ventana intelectual y artística abierta sobre Europa y el mundo. París era la puerta y atraía mucho a los jóvenes modernistas. La capital catalana era mucho menos atrasada que el resto de la península, era el símbolo del espíritu moderno y de independencia de su región. La expresión la más acertada de este temperamento es el emblemático bar "Els quatre gats", lugar de encuentro de toda la juventud artística e intelectual. El contexto es importante para entender la elaboración de su imagen.

Entre los primeros autorretratos de Picasso, hemos relacionado tres; el Autorretrato de 1896, Autorretrato con la meche rebelde de 1896 y el llamado Autorretrato con la peluca también denominado Picasso de gentilhombre del siglo XVIII, fechado de 1897 según las fuentes y que analizaremos más detenidamente. Los autorretratos fueron realizados generalmente en las fases de rupturas, tanto en la vida como en el arte. Es un elemento recurrente que hemos notado en el conjunto de la producción de obras en las que se autorepresenta y que guiará nuestro estudio. Estos autorretratos se inscriben en la línea del aprendizaje académico, pero son ya muy originales por el tratamiento del rostro y la fuerte carga emocional que leemos en la mirada. La imagen que da de él mismo es el primer indicio para entender la crisis de la juventud y el deseo de liberarse de la formación clásica. Notamos que la imagen de estos cuadros se asemeja a la de un artista romántico. En los tres Picasso está vestido con un traje elegante e insiste en los contrastes de colores entre unos fondos oscuros, que hace resaltar la figura y el cuello blanco. Tenemos la impresión de que quiere ser provocante por la indumentaria, lo es también por el tratamiento del peinado. Es una tendencia que encontramos en los autorretratos de principios de siglo hasta 1907. El estudio especial del peinado y de la mirada son elementos recurrentes pero singular en los autorretratos de Picasso. El estudio del detalle del peinado está asociado, en la historia del arte con la afirmación de las ambiciones artísticas. Sabemos, por ejemplo, que, para la aristocracia, el mechón debía caer en el hombro derecho. Pascal Bonafoux explica que cuando Dürer se pintaba con una raya en el medio, quería compararse con Cristo, mientras el detalle era símbolo de patriotismo para Overbeck. Es cierto que el peinado es lo que caracteriza los primeros autorretratos de Picasso y lo comprobamos con los títulos; el Autorretrato de frente y el Autorretrato con la meche rebelde. Ilustra obviamente la búsqueda de una imagen, ya que el interés para el peinado desaparece progresivamente en los autorretratos a partir de 1900.

Este adolescente busca sin duda expresar un estilo singular y personal, esboza ya la figura del artista que va a ser. Estos cuadros revelan las intenciones del novato; la pintura ya le aparece como un medio de transformación. En este momento su búsqueda es doble, a la vez personal y pictórica. Destacamos dos dimensiones en la voluntad de afirmarse. La primera es la personal. Pero ilustra asimismo la pertinencia de un novato que está pugnando en la selva de la sociedad moderna. Hace eco, en este caso, a la difícil tarea del artista que suele ser maltratado por la vida, por la gente. La arrogancia está perceptible en la orientación de la mirada, generalmente de perfil para subrayar los sentimientos contradictorios de arrogancia y de certeza todavía frágil. Esta idea está confirmada por el ojo derecho voluntariamente tapado y confuso, aunque se ve la cara entera en El Autorretrato de 1896. De una misma manera pinta el ojo izquierdo en El autorretrato con la meche rebelde de 1896. En este cuadro, además, la arrogancia está reflejada por la ausencia de sonrisa, el porte de la cabeza ligeramente inclinada y, sobre todo, el pelo desarreglado y el flequillo voluntariamente rebelde como lo confirma el título. De un modo global, estos autorretratos ilustran el tiempo de los principios, en el que todo es todavía posible, y todas las esperanzas permitidas. Es el inicio de la vida, y de la creación. En estos años, Picasso ya se afirma independiente con respecto a las reglas y al aprendizaje artístico que recibió. Como lo explica Carsten-Peter Warncke, en Pablo Picasso 1881-1973, después de la mala experiencia en la Academia Real de Madrid en Junio de 1898, decide poner fin a los estudios. Sufría probablemente la falta de innovaciones y de modernismo, pero puede que sea justamente este retraso artístico, él que condicionó la modernidad de los primeros retratos y autorretratos. En la educación artística que recibió, le enseñaron como base del trabajo académico la capacidad para reproducir rápidamente y sobre todo con pertinencia el modelo. Ya en estos primeros autorretratos, por el tratamiento de su propio rostro, percibimos cierta certeza con respecto al aprendizaje escolar pero también la voluntad de liberarse de él. Es ya capaz de estudiar el ojo humano según diferentes perspectivas como lo dijimos más arriba.

Los años de formación son el periodo más productivo en la producción de autorretratos tradicionales de Picasso. Entre los autorretratos de los que hablamos, Picasso de gentilhombre del siglo XVIII es muy interesante porque está entre dos edades; el adolescente que quiere liberarse y el adulto que se afirma difícilmente. Aunque forma un conjunto temático con los demás del mismo año, lo estudiamos con más atención. Es contemporáneo de los óleos que hemos señalado.
En este cuadro, el color y el trazo revelan una clara influencia del clasicismo y de las fuentes académicas. Se califica la línea de aquella época de "mono-trait". Este autorretrato es más bien figurativo aunque el elemento artificial de la peluca introduce ya los temas de disfraz y de puesta en escena, que encontramos en varios autorretratos en los que, no se contenta con hacer una pose sino que desempeña un verdadero papel diferente del suyo. Ostenta su rostro tal como se ve, tal como le parece que es entonces. La presencia de la peluca revela la falta de disciplina y sobre todo la búsqueda de un estilo a través de un detalle fisiológico. Cabanne explica que, en este contexto, Picasso no tenía una vasta cultura artística sino que se alimentaba más bien de la vida cotidiana, de la efusión de las calles. El rostro que vemos es él de un adolescente más bien triste pero dispuesto para participar en los juegos de sus compañeros, era "la novatada". Según Pallarés, amigo de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, ya le encantaban los disfraces grotescos y las máscaras. El carácter chistoso de Picasso es determinante en la comprensión de la imagen que refleja cuando se pinta porque se materializa en los autorretratos por un juego sobre su propia cara, más adelante, por ejemplo tomará los rasgos de un animal o de un arlequín. Para analizar los cuadros en que se autorepresenta cabe tomar en cuenta el gusto de Picasso - que se ve en la manera con la que transforma a veces el tema - para la transfiguración del modelo y la tendencia satírica.

En los autorretratos de vejez, no vacila en pintarse con los rasgos de un viejo impotente o de un enano. Pensamos que, en estos autorretratos adolescentes de Barcelona, busca envejecerse para parecer más adulto. Esta intención está traducida por la firmeza en la mirada y en el empleo de la materia pictórica para que resalte por ejemplo el blanco del cuello que vemos en los tres autorretratos de juventud escogidos para abrir este estudio. Aquí, como en la mayoría de los autorretratos, Picasso está inspirado por el lugar donde vive, la atmósfera, la gente, los colores, las relaciones. Según Palau i Fabre, famoso crítico de arte y escritor catalán contemporáneo, hubiera heredado de la imagen de Fortuny, pintor catalán del siglo XIX. Creo que alude también a los retratos de los pintores de corte - como Velázquez - que participaban a los juegos, los bailes y las mascaradas. A Picasso le gustaban mucho estas concepciones de la fiesta, y en unos cuadros como éste, se pone también en escena a través del disfraz de un tiempo pasado.
Destaca también la mirada furtiva del pintor, no sonriente pero muy expresiva por los contrastes de colores. La idea de que parece mirarnos desde su lejanía y casi interrogarse está reforzada por la representación de perfil, con una parte del rostro algo tapada. Aunque la técnica del óleo impide contornos claros, esta imagen de Picasso se hace voluntariamente insolente, por el gesto y el disfraz.

Hemos escogido empezar el estudio por este autorretrato porque hallamos en él un equilibro entre realismo y puesta en escena en el tratamiento del rostro que es una de las líneas directivas de nuestro estudio. Efectivamente, por su gran libertad de expresión parece ser capaz de pintar los detalles de su fisonomía con una intención de verosimilitud. Sin embargo, el detalle de la cabellera hace pensar que le gusta particularmente travestirse y jugar con su efigie. Nuestro estudio quiere mostrar, por lo demás la complejidad y la diversidad de la autorepresentación en la pintura de Picasso. Autorretrato de gentilhombre del siglo XVIII es quizás una primera anticipación a la vida parisina que le espera con su cabaret y mascaradas. Es simbólico del primer periodo de afirmación del artista que orientará la representación de su imagen hacia la ironía y la pertinencia.

Por eso, es ya indiferente a los conocimientos estereotipados del academicismo. Una de las originalidades es el interés particular para el estudio de la luz y de las sombras. En estos tres autorretratos de juventud el rostro recibe una fuerte luz lateral que ilumina una parte del rostro y tapa uno de los dos ojos. Las motivaciones del novato aparecen claras; busca afirmar su lenguaje pictórico y ostentar una visión muy personal de las cosas. Ilustra también la espontaneidad en la representación en la figura humana. El escenario de su juventud se está organizando en Barcelona, vida y pintura pronto fusionarán. Ya se adivina la voluntad y la necesidad de alejarse el mundo de la adolescencia que simboliza en su pintura, el viejo academicismo y las privaciones. El deseo de irse para nuevos horizontes es cada vez más fuerte. Todo esto está contenido en la imagen que da de sí mismo en los primeros autorretratos. Con la madurez y la fama, se considera con cierto distanciamiento y orienta el autorretrato hacia una imagen ya algo irónica con respecto a lo que es. Una de las intenciones de este estudio es subrayar la dualidad que hay entre la imagen de Picasso que vemos en los cuadros a primera vista, es a la vez impuesta y creada por el inconsciente colectivo, y la otra, más subversiva y distanciada que Picasso busca crear intencionalmente. Vamos a interesarnos ahora a un tipo de autorretratos más orientados hacia la caricatura. Son más bien dibujos o grabados. No nos situamos en un contexto geográfico especial ya que la suerte del joven Picasso se está jugando entre París y Barcelona. Se instala definitivamente en la capital francesa en 1904; entre 1900 y 1904 hace idas y vueltas entre las dos ciudades, como si buscara, dudando, el lugar que más le conviniese para instalarse y crear. Las autorepresentaciones de este momento reflejan las incertidumbres. Multiplica los dibujos o grabados rápidos. En unos, Picasso se representa como una figura caricaturada y en movimiento. En otros, Picasso se representa como un artista típicamente modernista de su época. Recordamos por ejemplo el Autorretrato de medio perfil de 1898 en él que se pinta todavía de perfil, con la mirada intensa, y con la misma elegancia que en El autorretrato modernista "Yo" de 1900. Notamos la insistencia en unos detalles de indumentaria como, el cuello y la corbata que indican un cierto esmero en el vestir.

Llegamos ahora a la caricatura en el autorretrato. Clasificado como un género artístico o literario, la caricatura se define como la acentuación de ciertos detalles o aspectos de una figura para ridiculizarla o satirizarla. Picasso se ha valido de este procedimiento, en la época de formación sobre todo, para distanciarse de la imagen del genio con la que empieza identificarse el pintor a principios de siglo. Las primeras utilizaciones de la caricatura corresponden con la figura del joven pintor que quiere afirmarse, aunque todavía consciente de su estatuto de principiante. Los primeros intentos caricaturescos son los retratos carismáticos de Casas, Rusiñol, Mir, Camarasa, todos jóvenes artistas de la vanguardia catalana y aficionados de Els quatre gats. Estos dibujos de 1900 son de un estilo muy personal, espontáneos realizados en su mayoría con pluma o en acuarela y muestran la habilidad del pintor para reflejar las características de cada persona y cierta propensión y gusto para la caricatura.

A veces, el crítico o el aficionado al arte es el blanco de su sátira. Hemos encontrado unos ejemplos de caricaturas interesantes que transforman al artista en un ser raro ridiculizado por un público ignorante. Aunque no son autorretratos nos parece determinante señalarles cuando se estudia la imagen deformada y ridícula del genio. En estos dibujos caricaturescos margina el sabio y el artista, pintándoles como viejos antipáticos y jorobados. En el primero, el sabio se acerca a un cuadro y le cuesta tanto acceder a la obra de arte que la mira simbólicamente al revés. En la segunda, Picasso se burla claramente del artista, simbolizado por un violinista que presenta su arte ante un público inexistente. La meta es probablemente de satirizar y ver con piedad al artista cuyas preocupaciones son tan alejadas de las del público que se convierte en un loco. En los años de formación, trabaja también particularmente las gradaciones de la luz para crear contrastes de blanco y negro y se vale de colores audaces.

A modo de ejemplo, citamos El autorretrato modernista "Yo" realizado en 1900 en él que insiste en los contrastes oscuros y claros para elaborar una imagen romántica y misteriosa de él mismo. Se representa todavía de perfil, la mitad del rostro está justamente tapada por el contraste y hace resaltar aún más el cuello blanco. La famosa raya en el medio es simbólica de los autorretratos de influencia modernista y permite a menudo dividir el rostro en zonas oscuras y otras más claras. Acentúa la intensidad y el serio intencional de la mirada. El uso del claroscuro muy marcado le confiere al pintor más gravedad.

Abrimos aquí un paréntesis para hablar de una tendencia original en la pintura de principios de siglo de Picasso. En 1899, después de las primeras en Horta de Ebro, vuelve a Barcelona e inicia una serie de pinturas que son particularmente llamativas en cuanto a la caricatura. Dentro del contexto muy pesimista de finales de siglo, con la pérdida de las últimas colonias españolas, varios artistas se orientan hacia una tendencia denominada "tenebrista" o negra. El pesimismo contagia todo el ámbito intelectual. Entonces, surge en la pintura de Picasso una serie de cuadros muy negros, inspirados sin duda en el manierismo y las tonalidades del Greco. En el anexo de ilustraciones se puede ver un cuadro que ilustra esta tendencia. Picasso alarga las figuras, incluso su propio rostro. La tristeza del creador, trastornado por las dudas interiores se materializa en el autorretrato de frente, dibujo al carbón en 1900. La técnica del carboncillo le permite acentuar los rasgos duros e intensificar la mirada. Este autorretrato como sus contemporáneos y como El autorretrato azul de 1901 es un cuadro psicológico que Picasso realiza para satisfacer intenciones sentimentales más que artísticas. Estamos, pues, en una fase de su creación en que los estados de ánimo y los sentimientos influyen en la elaboración de su imagen. Diríamos que en esta fase de su creación elabora más bien la imagen del Picasso "hombre" que del Picasso "artista". Sin embargo parece que lo fisiológico tiene más importancia para él que lo psicológico.

Desde muy pronto el joven Picasso siente una atracción para París. Los autorretratos de este periodo no escapan a la voluntad de experimentación. El Museu Picasso de Barcelona presenta reunidos en unas vitrinas pequeños dibujos caricaturescos, lápices de colores sobre papel que solemos asociar con relatos de viaje porque cuentan las vueltas del joven Picasso para París en 1900 con sus amigos. Ilustran episodios parisinos como páginas de su autobiografía. El viaje a París es como un fantasma, un mundo quimérico; aparece claramente fantaseado durante largo tiempo antes de ser realizado. En unos, está con Pallarés y en otros, tapado detrás de un abrigo con Casagemas, con quien hará finalmente el viaje. Estos dibujos, un tanto caricaturescos por el tamaño de los personajes, son más bien visiones que tenían de la capital. Encontramos elementos fantásticos o realistas como unas sirenas (visión fantaseada de la mujer) o esbozos de la torre Eiffel. Dibuja las cosas tal como las imagina. El primer viaje está fantaseado porque Picasso se representa en estos dibujos con varios amigos sin fechar la estancia y su representación. En realidad, emprende la marcha en otoño de 1900 con Casagemas. ¿Visión soñada y entonces figura soñada del artista? Ya no llevan nada con ellos sino su arte, en esta serie, los protagonistas, incluso el propio Picasso, son vistos como artistas típicos de fin de siglo. Otros dibujos de 1900 relatan la llegada y nuevas anécdotas de las primeras semanas en París, como por ejemplo la visita de la exposición universal de París. Lo llamativo de esta serie es que funciona como un diario íntimo en el que Picasso se pone en escena, solo o acompañado, como si fuera la personificación del joven artista de principios de siglo XX. Estas escenas cuentan una historia cuyo personaje principal es Picasso. Se suele denominarles Aleluyas, fueron ejecutados en 1904, en el transcurso del viaje. Son todas tinta y lápices sobre papel. Hemos seleccionado una llamada Picasso y Junyer llegan a Montauban. Picasso está dibujado con un trazo rápido y estilizado, lo reconocemos porque, como en la ilustración anterior, tapa voluntariamente su rostro detrás del gabán. Estos autorretratos son relatos de viaje en los que se presenta con los compañeros de la época

También llamado Autoportrait devant le moulin rouge, el autorretrato Picasso en París, con pantalones de ciclista ilustra la segunda estancia en París. La mirada es mucho más furtiva que en la serie anterior. Mientras antes sólo le preocupaba el viaje por París, ahora le interesa representar el trabajo y el oficio de pintor. Es la primera vez que pone en escena tan francamente el oficio de artista. En este autorretrato declarado la figura estática y escultural del pintor destaca en un fondo confuso y elaborado con un trazo rápido. Percibimos el Molino Rojo y unas mujeres. Pero lo único que importa ahora es el pintor y la voluntad de poner en escena su propia imagen y la imagen del genio. En este cuadro, Picasso es activo, parece como andar por las calles de París entre la agitación urbana, como nos lo indican los personajes que vemos y la libertad de trazo con la que graba al Molino Rojo. Por fin ha alcanzado la meta del viaje contado en las Aleluyas. El elemento que más destaca es la importancia que quiere darle al tema pictórico, por su situación central en el cuadro y sus proporciones con respecto a los demás personajes. Es como si quisiera imponerse ante un público, clamando "soy yo, el nuevo pintor". Lleva unos pantalones de ciclista, entonces de moda y juega con la acumulación de detalles y la exageración. Posa como si fuera el modelo de un pintor, con todos los atributos. La acumulación muestra que el joven pintor llega con muy pocas cosas, excepto su arte. La figura que tenemos aquí de Picasso me hace pensar en el tópico del pintor bohemio, listo para abandonar su pasado y empezar con nada. Consideramos que este autorretrato es muy importante porque se burla de sí mismo por medio de la caricatura y también porque es su propio modelo. Ilustra también una fase en la vida del pintor, la fase parisina. Sin embargo, se mira con mucha afección. No relata sólo otra página de su existencia sino que, con la madurez que ha adquirido, se considera con más ironía. Picasso realiza la mayoría de los autorretratos - en el sentido tradicional de la palabra - en el periodo de juventud. Pero, por lo raro que sea, tarda un poco en utilizar la caricatura para representarse, aunque es el instrumento perfecto para reproducir al mundo y burlarse de uno. Kirk Varnedoe nota que a menudo, en sus autorretratos, Picasso se contenta con aludir a su propia presencia. Para eso se vale de procedimientos como el taparse detrás del cuello de un abrigo para disimular su cara, o esbozar sólo la nariz o la mirada. Cabe señalar por fin, el gusto por el disfraz que recuerda de un modo más global la propensión para la exageración y la puesta en escena de su imagen. La pequeña cabeza contrasta con la monumentalidad del cuerpo. Es como si el pintor le pidiera a su modelo cargarse y acumular los atributos; el caballete, la paleta, la maleta y los pinceles. El verdadero actor, en este cuadro, es el artista, él quien imaginó el escenario.

Entre 1901 y 1904 Picasso se está instalando en París. Este contexto se acompaña de sentimientos complejos que vemos reflejados en la imagen que elabora en los autorretratos; está compartido entre la afirmación y la búsqueda del equilibrio entre reconocimiento y la atracción para nuevas dimensiones artísticas. En los autorretratos de Picasso las nuevas influencias están ilustradas por las originalidades indumentarias. Hemos ya notado que las dos tendencias que dominan ciertos autorretratos de juventud, como el grupo de cuadros de Barcelona, son el romanticismo y el modernismo. En los autorretratos de esta época, Picasso suele pintarse como un dandy. En 1900, por ejemplo, realiza una serie de retratos de amigos barceloneses, entre los cuales destaca un autorretrato modernista original e interesante. Este cuadro pertenece a la galería de pequeños retratos modernistas que expone en 1900 en Els quatre gats. Algo misterioso se desprende del rostro por los violentos contrastes de blanco y negro. Estamos lejos de las preocupaciones del joven rapiño, que posa delante del Molino rojo. Esta vez en este autorretrato modernista la mirada es menos intensa pero todavía llamativa, adopta la postura de un dandy romántico y elegante de principios de siglo. La postura de perfil subrayada por el fuerte contraste claroscuro corresponde todavía con la voluntad de ostentarse. Es así como se ve y cómo quiere ser visto. Estalla el cuello blanco sobre un fondo oscuro y notamos la importancia del estudio del pelo. Aunque una parte de la cara está tapada voluntariamente por la sombra, no dejar de fijarnos con certeza. El misterio y la impresión de reserva contrastan con el título que lleva la mención significativa de "yo". Nos interesa particularmente porque aparece como un lema en el famoso autorretrato fauvista Yo Picasso que estudiaremos en la tercera parte de este análisis. ¿Qué significa una voluntad tan tajante de afirmarse? Hay una clara ruptura entre la timidez, la tendencia caricaturista y cierto sentimiento de posible altivez. Dentro del periodo de las estancias en Horta de Ebro encontramos también un autorretrato en el que añade al título "yo el rey", repetido tres veces. Ya anuncia su ambición. Podríamos relacionar este autorretrato modernista con otros más, del mismo año o de 1901 en los que Picasso juega con la indumentaria, que se inscribe en el nuevo deseo de considerarse como un personaje a parte, distanciado, un observador omnipresente pero inalcanzable. El lema "yo" revela un fuerte ego y la conciencia del genio artístico. Manifiesta, pues, el contraste entre sátira y altivez que se afirmará cada vez más en los autorretratos hasta 1918. Sin embargo, los biógrafos concuerdan con decir que el año 1901 corresponde con un momento de crisis de identidad para Picasso. Su segundo viaje a París se acompaña de una soledad creciente que se traduce por unas dificultades en la pintura. El sentimiento de debilidad transparenta en su manera de autorepresentarse.

El autorretrato tradicional y la autorepresentación (lo veremos a partir de la segunda parte del estudio) en la pintura de Picasso surgen en momentos críticos que marcan rupturas en su esfera privada y en su arte. Entre los mundos de la creación y de la vida hay relaciones claras; cada uno explica al otro. Esta dimensión es sumamente importante en la autorepresentación en la obra de Picasso. Por su arte intenta penetrar el misterio de su complejidad y viceversa. Poco tiempo después de la primera estancia en París, y mientras no sabe todavía escoger entre la capital francesa y la catalana, realiza en 1901 uno de los autorretratos más conocidos, está incluido en el denominado periodo azul y es teñido de una fuerte emoción psicológica. La pintura de Picasso está influida por este contexto y las pinturas y los retratos dominados por tonalidades frías y tristes revelan la desilusión y la nueva soledad del artista como del hombre. La imagen es mucho más psicológica y Picasso se representa entonces como un adolescente triste y solitario. Cabe decir que cuando empieza las pinturas de temas parisinos y urbanos, lo hace también en una perspectiva realista y no sólo sentimental. El famoso periodo azul, generalmente situado entre 1901 y 1904, entre Barcelona y París, ilustra las vidas de personajes famélicos y miserables. No precisa los caracteres sino que sólo les representa, gracias a la intensidad emocional de la monocromía. ¿Puede que haya un Picasso azul como habrá un Picasso monstruoso, un Picasso cubista, un Picasso primitivo? No es tan cierto que hizo un autorretrato o mejor dicho una autorepresentación de sí mismo en cada periodo artístico sino más bien en las fases críticas y reflexivas de su creación. Inicia, según parece, los primeros cambios con los cuadros que evocan la muerte de su amigo Casagemas, suele ser el acontecimiento que provocó el principio del periodo. Las modificaciones son la tendencia a la monocromía y la utilización de grandes masas de color. Se simplifican las imágenes y las figuras están tratadas de una manera ritual. Pinta con una maestría original la vida cotidiana. El año 1901 termina en París con el autorretrato llamado "azul", pintado poco antes de su marcha a Barcelona, en el que la "época azul" se consolida: el artista se presenta a sí mismo como uno de los marginados que son ahora los protagonistas privilegiados de su obra. Tales emociones son las que leemos en la mirada de este personaje fantasmagórico. Este cuadro refleja el aislamiento mezclado con el fuerte deseo de ser integrado. En este Autorretrato azul nos ha llamado un detalle que queremos poner aquí de relieve; el personaje aparece en el rincón, es tímido en su actitud y no quiere invadir demasiado el espacio pictórico. En aquel contexto, Picasso es un exiliado, vacila entre parís y Barcelona, y le cuesta considerarse francés.
La pintura y el hecho de autorepresentarse evocan entonces la búsqueda de identidad. Los cuadros se declinan como páginas de un diario íntimo, y el fundamento de su arte es su propia y única visión.

Intenta quizás identificarse con el medio en que vive y presenta una imagen angustiada de sí mismo, como si este personaje aparentemente débil quisiera encontrar por la pintura su vía personal y artística. El Picasso de este autorretrato está dominado por sus sensaciones y sus concepciones emotivas, afectivas y psicológicas. Uno de los temas centrales de nuestro estudio y de los autorretratos es la soledad del artista. Domina principalmente los dos polos de la vida, juventud y vejez y aparece claramente en el Autorretrato azul. Pintor desdichado, Picasso abandona el estilo Toulouse-Lautrec para la monocromía azul. Ciertos colores vivos y violentos recuerdan El entierro de Casagemas. El rostro de Picasso está voluntariamente envejecido, es emaciado y la mirada fija con mucha fuerza al espectador que es a la vez mirón como lo quiere Picasso. Le interesa la concepción de la pintura como "voyeurisme". Por lo demás, desarrollaremos el tema cuando hablaremos de los autorretratos de los últimos años. Parece como llevar la miseria en su adentro y distingue cierta voluntad de luchar contra ella. Así se vio, así se imaginó. La debilidad de la figura procede también del sentimiento de indecisión y de la duda. El personaje, así acurrucado en el rincón, intenta penetrar por el lado derecho de la tela. Su identidad es doble, es un español atraído por las luces parisinas, y el símbolo del pintor miserable. Como varios personajes de este periodo, esta figura está rodeada por el vacío. Es asimismo el emblema del desierto moral del hombre, está perdido en sus sentimientos. El Autorretrato azul es el cuadro en él que la implicación psicológica es la más intensa. La emoción es aquí la primera motivación para realizar el cuadro. Con el color azul, que le confiere profundidad al personaje, domina cierta serenidad y cierta impresión de dramatismo y de melancolía. La pupila de Picasso es voluntariamente mitigada. La temática del Autorretrato azul es a la vez anecdótica y sentimental, consideramos que es el cuadro en el que el compromiso psicológico es tan importante como la reserva en la elaboración de su imagen. Es una noción clave que dirige nuestro estudio. Ilustra el ambiente de soledad que sufría entonces entre París y Barcelona.

Para ilustrar otra vez el omnipresente tema de la soledad, el cuadro Meditación es relevante. Esta acuarela es como un momento de rara emoción. Se inscribe en una temática recurrente en el arte, la contemplación de una persona dormida. Lo encontramos varias veces en el arte porque es una manera anecdótica de introducir el motivo de la contemplación. El sueño conlleva una fuerte connotación simbólica. Aquí, se trata de un doble homenaje, a la belleza y a la pureza de la instantaneidad. La relación entre hombre e mujer es también muy reveladora en la pintura de Picasso. El elemento femenino es el modelo privilegiado y con este tema aborda con una vista más global el motivo de las relaciones afectivas y amorosas. Pero, con este cuadro, la intención es otra. Picasso contempla a esta mujer como si contemplará la belleza. Contemplación pertenece, por lo demás, a la serie de dibujos hechos entre 1903 y 1904 que relatan anécdotas familiares e íntimas; parejas con niños, amantes dormidos. Este Picasso contemplativo contrasta con el Picasso mirón de la obra final. Ya no contempla la belleza sino mujeres provocantes y desenfrenadas en los burdeles. Este cuadro, así como La vida ilustra la madurez en el ejercicio del autorretrato, más allá de la simple preocupación de pintarse, el autorretrato es más introspectivo.

En 1903, realiza Una parodia de la Olimpia de Manet, dibuja su rostro con un trazo tan liberado y ligero como el de las Aleluyas que relatan sus viajes a París. Sigue insertando desnudos y personajes conocidos en sus pinturas. La mujer negra tendida está rodeada por Junyer Vidal y el propio Picasso. Este autorretrato es más jocoso, como en los dibujos festivos de aquel entonces, pero el protagonista está perdido en sus sueños y sus preocupaciones, lo que remite quizás a la situación inestable en la que está entonces. Preferimos decir que busca evadirse y el arte y la belleza son como escapatorias. Se ha quitado la máscara y muestra de él una imagen más humilde y más sincera, lejos de los artificios y del disfraz. O quizás se burla de él, dibujándose desnudo.


Introducción general

El autorretrato, la autorepresentación

Primera parte:
El autorretrato tradicional: la imagen de sí mismo

I. La imagen de la juventud: la voluntad de afirmarse
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II. Entre confesión y sátira, los últimos autorretratos:
el inevitable e implacable enfrentamiento consigo mismo
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Segunda parte:
Los dobles híbridos y las imágenes disfrazadas

I. El arlequín
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II. El minotauro
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III. El mono

Tercera parte:
Síntesis: El creador

I. La imagen legendaria del pintor con sus atributos
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II. El Creador

III. La foto

Conclusión

Bibliografía