C. Los asociados de la vejez: Van Gogh y Rembrandt

El panteón de Picasso es múltiple. La entrada en el mundo de la vejez se traduce también por un pacto simbólico firmado con dos maestros, Van Gogh o Rembrandt. Los últimos autorretratos manifiestan el interés, ya afirmado, para los personajes genéricos. Tanto en la producción retratista como en la representación de su propia cara destaca la figura del pintor que envejece. Como testigos y figuras emblemáticas, escoge a Van Gogh y Rembrandt porque se suele asociarles con la práctica del autorretrato. Vamos a ver cuales figuras emblemáticas encarnan los dos pintores.

Picasso hizo una serie de retratos en 1969, quizás autorretratos, denominados Cabeza de hombre. La postura y el sombrero con paja recuerdan los autorretratos de Van Gogh, cuya imagen e historia fascinan a Picasso. El misterio que rodea el pintor, su destino trágico remite al dominio de la obra sobre el creador y al genio romántico sacrificado por el arte. ¿Cómo puede dominar la pasión por la creación? ¿Cuáles son los límites de la creación? ¿Cómo puede controlar la locura creadora? Tales son las preguntas que le inspira el personaje barbudo y con sombrero heredado del imaginario de Van Gogh.

En la producción de Rembrandt, los autorretratos son muy importantes. Los realiza con regularidad y están todos marcados por la voluntad de fidelidad con respecto a la realidad del espejo y del sujeto. ¿Cuáles son las funciones del autorretrato para el pintor holandés? Este tipo de ejercicio es primero una documentación íntima, un diálogo consigo mismo y probablemente una manera de autoanalizarse, como lo explica Ernst Van de Wetering:
"Al transcurrir los años..., los autorretratos de Rembrandt se vuelven más y más un instrumento del conocimiento de sí mismo, y luego finalmente el diálogo mudo del pintor consigo mismo, del viejo solitario que habla consigo mientras pinta."

Lo interesante en la voluntad es que quiere eternizar el envejecimiento, dicho de otro modo, quiere verse envejecer. En los autorretratos, hace un estudio de la vejez entre enfermedad y obsesión. Disloca el sujeto fisiológico que es su propio cuerpo. La pintura le permite tomar conciencia de las emociones interiores y pinta, a través de los autorretratos, los humores del cuerpo y los estados de ánimo. El rostro es el centro de la persona, analizado como la representación simbólica y expresiva de los sentimientos. Se sirve de su propio rostro para estudiar cómo se transforma bajo el dominio de las emociones fingidas.

Rembrandt está fascinado por las mascaradas, los disfraces y por el personaje emblemático del mosquetero. Multiplica los autorretratos de roles pero hay pocos en los que se representa como un pintor. En sus autorretratos aparece vestido de mendigo, de elegante, de burgués, de sultán oriental porque desea multiplicar las posiciones sociales y ostentar la independencia y la libertad del artista. El disfraz y el uso de atributos de su oficio han sido analizados como una autopuesta en escena.

A partir de los años sesenta, Rembrandt es el compañero de la pintura de Picasso. Es el asociado de la vejez pero nos hemos preguntado porque se identifica con el maestro holandés al comienzo de la vejez. Notamos primero concordancias en las biografías al final de la vida. Ambos se aislaron en el estudio, a la vez fascinados y espantados por la vejez. Ambos seguirán creando con frenesí como para vencer el asedio de la vejez. Nos parece imprescindible relacionar El joven pintor con los rostros de Rembrandt ya que ambos quisieron pintar la cara de todas las edades y justamente no tiene ninguna edad. Dentro de la galería de personajes de las últimas pinturas, se suele asociar la influencia de Rembrandt con las figuras del mosquetero y del fumador que llevan atributos fálicos como la espada y la pipa. Por fin, tenemos que recordar la atracción particular para el cuadro que presenta a Rembrandt y Saskia, está denominado originalmente Autoportrait en fils prodigue dans l'auberge. En este cuadro, los dos personajes quieren que los espectadores sean los testigos de su felicidad. Este cuadro lleva también Picasso a una larga meditación sobre el tema del pintor y su modelo. Así, de la escena de ternura y afección, surge una eufórica batalla del artista con su obra y su público. Esta idea interesa mucho a Picasso. ¿No le sirve el pincel de daga y de órgano de penetración? Picasso interpreta de nuevo la escena, por la vía del erotismo, pintando como lo hará con Rafael y la Fornarina lo que se oculta detrás de la escena original. Ha anticipado la aventura, yendo más allá de su propia pintura.

Rembrandt y Van Gogh encarnan, pues, la figura del creador. Ambos son emblemáticos; Van Gogh, de la locura tierna y débil, de la obsesión del fracaso, mientras Rembrandt simboliza al demiurgo que se enfrentó con su propio cuerpo humano como sujeto de estudio. Más allá del simple interés para la autorepresentación, estas dos figuras se inscriben en la problemática de las relaciones entre el creador y su obra que es muy importante en el análisis que llevamos sobre la autorepresentación en la obra de Picasso. Identificarse con estos genios, reproducirles, parodiarles es pintar el genio romántico.


Introducción general

El autorretrato, la autorepresentación

Primera parte:
El autorretrato tradicional: la imagen de sí mismo

I. La imagen de la juventud: la voluntad de afirmarse
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II. Entre confesión y sátira, los últimos autorretratos:
el inevitable e implacable enfrentamiento consigo mismo
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Segunda parte:
Los dobles híbridos y las imágenes disfrazadas

I. El arlequín
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II. El minotauro
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III. El mono

Tercera parte:
Síntesis: El creador

I. La imagen legendaria del pintor con sus atributos
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II. El Creador

III. La foto

Conclusión

Bibliografía