D. Las obsesiones

Puede sorprender el hecho de clasificar las últimas pinturas dentro de la perspectiva del autorretrato tradicional. Cabe recordar que, en esta primera parte, relacionamos los autorretratos en los que la imagen que Picasso representa de él mismo es la que se impone en el inconsciente colectivo. Establece progresivamente, y de modo diferente según las fases de creación, una imagen dominada por una mirada más o menos sincera y auténtica. Es la misma mirada que le empuja a crear al final y sobre todo a confesar las obsesiones cada vez más en su pintura. Distinguimos dos tipos de obsesiones, vamos a ver primero las obsesiones estrictamente íntimas.
Desde la infancia, enfermedad y muerte son como fobias para Picasso. En estudios académicos como Ciencia y caridad lo ilustran. Ciertos acontecimientos como la muerte de su hermana en 1887, la enfermedad de Eva Gouel en 1915 o el suicidio de Casagemas en 1901 le marcaron emocionalmente e impregnaron su obra hasta el final. Consideramos que la conciencia de la enfermedad agudiza el deseo y la capacidad de observación personal. La salud y el estado de ánimo influyen sobre la pintura y pueden acentuar la soledad del creador. Ya dijimos que en los últimos autorretratos, la imagen oficial de Picasso nos da de él, es la de un viejo hombre - muy a menudo indigno - y solo frente a la vejez que le asedia y a la obsesión de la muerte.

En su arte, los romanos acentuaban los rasgos y estigmas de la vejez como si quisieran idolatrarla e identificarla con la máxima expresión de la sabiduría y de la virtud. Para Picasso es un obstáculo a la sexualidad. Traduce su angustia por un nuevo vigor y por una mirada particularmente critica y acerba para con su imagen. Ya lo vimos con los personajes del mirón y del enano.

La vejez transforma varias dimensiones de su vida. El arte se vuelve metáfora del sexo, los atributos, como el pincel, sustituyen los órganos y sobre todo, el modelo se convierte en la amante. Creemos que, a través de los innumerables autorretratos que realiza en estos años, domina asimismo la imagen del hombre que se burla de su decaimiento físico para mejor exorcizarlo. Con el mosquetero armado de espadas y de pipas Picasso quiere conjurar su debilidad, el miedo de perder la virilidad y la potencia física. Es una obsesión que encontramos también en unas obras de Goya. Cuando traduce en unos cuadros los efectos y las consecuencias del tiempo en su cuerpo y en su mente refleja asimismo el miedo a la vejez. Presentamos aquí un autorretrato cuyo título satírico nos ha llamado la atención. Es la ilustración de un viejo barbudo senil que se apoya sobre dos bastones para sostenerse. Esta representación refleja una visión muy irónica y critica de la vejez que simboliza para Goya como para otros artistas el decaimiento físico. Creemos que las autorepresentaciones de Picasso en viejo senil se acercan a las de Rembrandt y Goya. Están motivadas por la misma voluntad satírica.

Los últimos cuadros están dominados por el ansía de crear y de sobrevivir por el arte como lo confirma Picasso: "Cada ser posee la misma cantidad de energía. La persona promedio gasta la suya de mil maneras. Yo canalizo todas mis fuerzas en una sola dirección, la pintura; y le sacrifico todo el resto, usted y todos los demás, incluyéndome a mí mismo."

Es aquí la paradoja más extrema de toda la obra de Picasso y la obsesión mayor que domina también las últimas obras. Nunca ha estado tan cerca de la muerte y sin embargo nunca ha realizado con tanto frenesí pinturas tan vivas y violentas. Como si temiera algo, la actividad del artista se intensifica y aumenta su ritmo a medida que envejece. Es como si lanzara un reto en los que los adversarios fuesen el pintor y su obra, quiere poner a prueba su fuerza creadora. Nos parece que se puede explicar tal actitud por la voluntad de crear sin limites, de pintar los fantasmas, casi diríamos de pintar lo que no se puede pintar. Picasso no refrenó nunca los deseos ni su liberalismo sexual. Es aún más visible en los últimos años de creación, lo que dirige e inspira la producción artística es la pintura o mejor dicho el proceso de creación. El frenesí, la violencia, la multiplicación de las reflexiones y de los personajes con quien se identifica, el trabajo de investigación sobre su propia imagen, todo concuerda en que la obra final sea la confesión de que crear es afirmar su existencia.

En los autorretratos de vejez ya no busca elaborar una imagen igual que en los autorretratos de juventud, ya ha logrado la síntesis entre la imagen oficial y la subversiva. Pierre Daix asimila la actitud del viejo Picasso con un "abandono" a la pintura.

La creación por obsesiones es una línea directiva en la obra de Picasso. Según las fases de su producción plástica y los estados de ánimo, la obsesión puede ser un tema, un motivo, una mujer, un personaje. Entre 1950 y 1970, la obsesión es la creación. Hablaremos de esto en la tercera parte del estudio cuando analizaremos la figura del creador. La imagen ya no se orienta entorno a la del artista como héroe cultural sino más bien a la de un loco, poseído por su arte y que hace alarde de una energía demoníaca. Esta pintura es probablemente la más influida por la voluntad personal e individual que se pone al servicio de la creación. Nunca se ha pintado con tantas caras y con tanta complejidad. En estos cuadros o grabados de madurez, aunque le interesan mucho las técnicas, lo que le motiva es un deseo desenfrenado para la creación.

Comenta el miedo del decaimiento físico en ciertas caricaturas como ya lo dijimos porque le espanta la pérdida de las facultades, sean creadoras o sexuales. Tiene miedo de que desaparezcan las potencias físicas, el motor de su creación. Estas ideas nos permiten llegar a una certidumbre con respecto a la significación y a la originalidad de la autorepresentación en la pintura de Picasso. Tantos los autorretratos de juventud como las últimas representaciones, sean los autorretratos declarados o las pinturas metafóricas, se pueden interpretar como constataciones del paso del tiempo. Pintándose joven o viejo, Picasso realiza las degradaciones físicas que provoca en el cuerpo, en el rostro y en las potencias del hombre. Como lo vimos, la cara que refleja el periodo de juventud es claramente marcada por la frescura física, la insolencia de la mirada y el afán de afirmarse como pintor en devenir.

Al contrario, las representaciones del viejo están asociadas con los símbolos de cansancio o de decaimiento físico. En efecto, a parte de las representaciones satíricas como las de mirón, de enano o de maníaco sexual, multiplica las imágenes del viejo senil y cansado. Aparece a veces en el estudio, con y un modelo joven y desnudo. Otras veces, se le ve sentado, la mirada perdida, como lo vemos en la representación de El viejo hombre sentado realizado entre 1970 y 1971. Notamos también que sustituye el pintor, o sea sí mismo, por un mono, como lo vemos en las representaciones. De un modo global, las imágenes del viejo son tratadas con más ironía pero también con cierta gravedad ocultada detrás de las figuras subversivas. Veremos más adelante que una de las caras más trágica pero auténtica es la representación del 1972 del enfrentamiento con el espejo de la muerte.

Pero estas autorepresentaciones maduras son también constataciones de su propia evolución artística y de los avatares del tiempo sobre la creación. Así, el artista se reduce en unas tintas sobre papel de 1954 a la figura ridícula del mono que satiriza la naturaleza por su pintura como lo confirman las ilustraciones. En otros cuadros es comparable a un viejo sátiro sentado en el sillón y que lleva en la mano la paleta con un ademán equívoco. Vemos que a principios de siglo está obsesionado por la representación del viejo como asaltado por la vejez y debilitado. Puede que Picasso haya anticipado su propio rostro de hombre mayor en esta representación original de1903. En todo caso, este viejo hombre sentado tiene los rasgos del Picasso de los últimos cuadros.

En marzo de 1968 realiza una aguafuerte, llamada Picasso, su obra y su público en la que reconocemos un autorretrato del pintor. Sus rasgos se parecen además casi a los del viejo de 1903. En este cuadro, está contemplando a unas figuras familiares de su obra, una caballista, un hombre desnudo y tendido quien está contemplando a la hermosa mujer, un misterioso hombre con un perfil anguloso y un hercúleo monumental. Es una representación sumamente simbólica ya que Picasso se confronta con su obra.

Hemos escogido presentar esta aguafuerte porque plantea el eterno problema de la relación entre mundo real y mundo artístico que es una de las obsesiones de Picasso y una de las claves de la autorepresentación. Con un detalle extremo en el grafismo de los personajes, ha reunido seis figuras simbólicas. En el primer plano, señalado por el tamaño de los personajes, vemos a unos protagonistas que se afrontan por la mirada. El cuadro está compartido en varios espacios. En la derecha se impone un hercúleo gigante que recuerda las figuras mitológicas. No sabemos si está mirando al personaje que está en el centro desnudo y tendido al suelo que funciona a la vez como simple observador de la escena y intermediario entre los personajes de la izquierda y este hércules a la derecha. En el lado izquierdo y orientados hacia el gigante, vemos a dos figuras. La primera es probablemente un hombre con rasgos aguileños con un sombrero y el pelo largo. Parece como heredado de las representaciones de los personajes de la caballería hispánica. Lo consideramos como el testigo de la tradición profundamente hispánica presente en la pintura de Picasso y específicamente en la galería de personajes en los últimos grabados o aguafuertes a su lado.

Picasso se ha representado envejecido, absorto en la escena pero con una mirada satisfecha. El título confirma que se ha representado en Picasso, su obra y su público y consideramos que la actitud del personaje refleja la satisfacción del creador ante sus criaturas. El elemento central está compuesto por una pareja simbólica y frecuentemente presente en la obra de Picasso, un caballo de circo con una caballista amazona a medio desnuda y con formas redondas. Puede que la escena del fondo sea un cuadro o una escena de teatro aunque no haya ningún elemento que nos permita confirmarlo. El elemento que más llama la atención sin embargo es el grupo ojos en le fondo. ¿Quiénes son? ¿El público? ¿Actores o fantasmas? Más bien, admiradores del pintor por los que se asegura de su genio. Creemos que este tipo de autorepresentación es revelador de cierto narcisismo con respecto a la fama y al genio. Se deja halagar por sus criaturas para mejor halagarse. En esta obra, Picasso se representa a la vez fuera y dentro de su creación, a la vez poseído por ella pero suficientemente distanciado de ella para mirarla desde el exterior y con madurez tanto con respecto a su fama como a su envejecimiento.


Introducción general

El autorretrato, la autorepresentación

Primera parte:
El autorretrato tradicional: la imagen de sí mismo

I. La imagen de la juventud: la voluntad de afirmarse
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II. Entre confesión y sátira, los últimos autorretratos:
el inevitable e implacable enfrentamiento consigo mismo
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Segunda parte:
Los dobles híbridos y las imágenes disfrazadas

I. El arlequín
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II. El minotauro
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III. El mono

Tercera parte:
Síntesis: El creador

I. La imagen legendaria del pintor con sus atributos
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II. El Creador

III. La foto

Conclusión

Bibliografía